GUERRA, DE ANIVERSARIO

Homenaje. El aniversario de la Guerra se llevó a cabo en la localidad polaca de Gdansk. En la foto: regimientos polacos prestan guardia al memorial levantado en honor a las víctimas del conflicto.


Hace poco se conmemoró el 70° aniversario del estallido de la Segunda Guerra Mundial: ya son 70 años desde que un inmenso acorazado alemán, opaco entre la niebla matutina de Westerplatte, abrió fuego contra la guarnición polaca de tierra. Aquella madrugada - en 1939 - la Kriegsmarine enfiló sus baterías contra Polonia, mientras Adolfo Hitler seguía de cerca la invasión del citado país y los cables noticiosos de todo el mundo daban la primicia de una realidad que iba a durar 6 largos años y una cantidad inconmensurable de destrucción.

El martes pasado, líderes de varias potencias se reunieron para homenajear a las víctimas de la guerra, en la localidad polaca de Gdansk. Entre ellos, Vladimir Putin, primer ministro de Rusia, hizo unas declaraciones que decepcionaron al pueblo polaco y dejaron muy claro que Europa, incluso en la actualidad, no ha logrado cicatrizar las heridas que se abrieron a raíz de este triste suceso histórico.


Con respecto al significado de esta fecha, sería ingenuo que yo pretenda escribir un artículo comentando todos los episodios militares de la guerra, haciendo hincapié en su connotación política, ya que dicha tarea sería infinita, inacabable y ridícula (cada día se descubren nuevos documentos, pruebas y sucesos). Más bien, en este artículo, quisiera concentrarme en la Unión Soviética y su participación en el conflicto, para compartir con ustedes algunas reflexiones que la intervención bélica de este estado me ha suscitado, hace ya buen tiempo.


Como preámbulo, vale señalar que la segunda guerra mundial nos muestra marcadas enemistades políticas. Por un lado Alemania e Italia, dos estados fascistas y su visión decadente del mundo capitalista, que – según su política – pretendía convertir al hombre en un esclavo de las finanzas y el capitalismo internacional (de “propiedad judía”); versus las democracias occidentales de corte liberal, como Inglaterra, Francia y Estados Unidos, para quienes el fascismo no era más que un nacionalismo fanático, trasnochado y pueblerino, que – además de promover la unidad a través de la xenofobia – dificultaba la integración política o comercial entre las naciones. Por otro lado estaba la Unión Soviética, un estado con pocos años de existencia, que todavía no lograba integrar su inmenso territorio. Y, finalmente, se encontraba Japón, un imperio que ya había dado prueba de su poderío - al vencer al Imperio Ruso en 1905 - y venía reclamando un papel de potencia mundial (del nivel de Estados Unidos o Inglaterra) que le era esquivo hace varios años.


Es importante entender, sin embargo, que bajo el telón soviético y el gobierno de Stalin se encontraban agrupadas diversas razas y pueblos. Por ejemplo, naciones como Ucrania o Irán, con lenguas y culturas propias, se hallaban dominadas por la organización moscovita y su liderazgo político. Y – entrando ya a nuestro tema – cabe decir que este liderazgo no era descentralizado ni integrador. Más bien, era centralista y excluyente. Pretendía destruir la visión cultural de estos pueblos con la finalidad de crear al “nuevo hombre”, a través de un ordenamiento social colectivista, represivo y totalitario. Es decir, debe quedar claro que en el oriente de Europa - antes del estallido de la guerra - ya se vivía una situación extrema (yo diría de guerra), patrocinada por un estado dictatorial que - tras el velo político de la “socialización”pretendía exterminar a las élites nacionales de los pueblos que habitaban su territorio (la hambruna generada en Ucrania, donde murieron más de 6 millones de personas, constituye la más clara muestra de este tipo de políticas). 


Hablando de genocidios. Página de un diario norteamericano, antes de que la Unión Soviética y USA fueran antagónicos, que informa sobre el genocidio (Holodomor)  ocasionado  en Ucrania por Stalin.


A pesar de ello, la historia convencional reconoce que el estallido fáctico de la guerra ocurrió el 01 de septiembre de 1939, cuando Alemania atacó Polonia de modo sorpresivo. Al respecto, es importante resaltar que este factor sorpresa fue puramente circunstancial, pues tal agresión militar no hizo más que materializar los planes de Hitler – ampliamente expuestos en “Mi Lucha” – sobre la colonización del este europeo en pos del “espacio vital” del pueblo alemán. Es decir, a pesar de los esfuerzos diplomáticos realizados por algunos sectores políticos para evitar la guerra, bastaba con leer el libro de Hitler para comprender que la germanización del este europeo – a través de la invasión de Polonia – era inevitable.


Es bajo esa idea que las fuerzas militares de Alemania lanzaron su ofensiva, encontrando pequeños focos de resistencia polacos que fueron eliminados al compás de la guerra relámpago. Sin embargo, lo que determinó el éxito de esta invasión no fue la estrategia militar de Hitler ni la potencia de sus ejércitos. Más bien, lo que provocó la caída de Polonia fue la invasión soviética del país, llevada a cabo el 17 de septiembre de 1939, dos semanas después que se iniciara el ataque alemán. Éste acto – que dejó conmocionada a la comunidad internacional - constituye uno de los sucesos más cobardes de la historia contemporánea, puesto que significó la invasión – por parte de la URSS - de un país debilitado, agredido injustamente, que estaba al borde del colapso en la lucha por su supervivencia.


Así pues, mientras Alemania invadía Polonia (por el oeste) las fuerzas soviéticas lanzaron su ataque (por el este), haciendo gala de una cobardía desfachatada, en perjuicio de un pueblo polaco que apenas podía sostenerse. Y eso deja mucho para el análisis. Acaso una importante reflexión: el Reich Alemán y la Unión Soviética, con sus respectivos gobiernos de derecha e izquierda extrema, fueron en realidad el mismo estado agresor. Y probaron que, así como los extremos de una circunferencia convergen, los gobiernos extremistas - sea cual fuere su tinte político - tienden a ser igual de agresivos, violentos y déspotas: la extrema derecha y la extrema izquierda son dos caras de la misma moneda; al final del día – si su ideología es llevada al extremo – ambas posturas serán nocivas en el mismo grado y magnitud.


Agresores. Viacheslav Molotov, el Ministro de Exteriores de Stalin, firma la alianza con la Alemania nazi, que incluía cláusulas secretas concernientes al ataque común a Polonia.

Ahora bien, a pesar de esta descarada agresión militar, ejecutada por parte de la Rusia Soviética y la Alemania Nazi contra Polonia; Inglaterra y Francia - que entraron a la guerra en defensa del citado país - no le declararon la guerra a la URSS, sino sólo a Alemania, develando en este punto la verdadera intención de sus planes: los aliados, ocultados tras el velo de una "noble" defensa de Polonia, le declararon la guerra a Alemania porque sólo querían destruir a esta nación. Y no lo hicieron así con su aliado, la Unión Soviética, porque para ellos, Moscú – todavía tambaleante por la creación del estado soviético - carecía de importancia en el juego de poder económico y político de Europa occidental. 

Por otro lado, hoy se sabe - para mal de los que lo negaron - que la amistad nazi soviética fue más allá de la simple cooperación en la ocupación del país conquistado. En la actualidad, documentos desclasificados de la Unión Soviética indican que Stalin – en los años iniciales de la guerra – puso a disposición de Hitler todas sus rutas marítimas, además de sus recursos naturales, para que Alemania se ocupase tranquilamente de las “decadentes burguesías occidentales”. En otras palabras, Stalin – durante todo 1939 y 1940 – sólo quiso complacer a Hitler y mantenerlo ocupado en la campaña de Europa occidental. Sin embargo, nace la pregunta: ¿Por qué Stalin quería desviar la mirada de Hitler del este europeo, dándole todas las facilidades para combatir a Francia e Inglaterra en el occidente del continente? ¿Qué quería hacer Stalin en el este que fuera tan confidencial que no quisiera atraer suspicacias o interrupciones alemanas de ningún tipo?


La respuesta a tal inquietud presenta una sola verdad, hoy cubierta por una pérfida, simbólica y sanguinaria palabra: KATYN. Fue en los bosques de Katyn donde se llevó a cabo el genocidio de casi la totalidad de intelectuales y oficiales militares de Polonia, capturados por la Unión Soviética, para garantizar la ocupación rusa del país y el adoctrinamiento progresivo de la sociedad polaca. Con la finalidad de lograr tal objetivo ("socializar" a Polonia), Stalin exterminó a intelectuales, militares y opositores polacos, a espaldas de su aliado alemán. La Unión Soviética no quería oposición. Haciendo suyos viejos derechos zaristas, dignos del antiguo Imperio Ruso, quería aniquilar Polonia (como unidad cultural) y oprimir a su pueblo bajo el velo de una revolución falsa, tras la cual se asomaban los campos de concentración de Siberia y las torturas llevadas a cabo por la NKVB (policía secreta) en defensa del "ideal soviético" (la orden que Stalin daba según el humor con que despertaba).


Katyn. El ejército alemán descubre las fosas comunes de Katyn, uno de los muchos episodios criminales cometidos por la Unión Soviética en la guerra.


Y sin embargo, mientras verdugos soviéticos trasquilaban a la población civil y la oficialidad militar de Polonia, los aliados – cegados por su odio a Alemania – sólo combatían a esta nación, dejando las manos libres a la URSS para actuar a discreción en Europa oriental. Asimismo, mientras en los territorios ocupados por Alemania, fuerzas políticas de este país venían ejecutando el holocausto judío, muchas naciones que cooperaban con los Aliados suspendieron la emisión de visados a ciudadanos judíos - de territorios ocupados - con la finalidad de impedir una migración generalizada de estos individuos hacia sus territorios. La vida, durante la segunda guerra mundial, estuvo severamente devaluada. Y fueron excepcionales los casos de diplomáticos, industriales o – incluso – religiosos que hicieron algún esfuerzo para salvar judíos o presos políticos de sus captores alemanes o soviéticos, respectivamente.


De este modo, Stalin tuvo todo el tiempo del mundo para masacrar al pueblo polaco, mientras trazaba desde Moscú las nuevas fronteras de su imperio y Alemania, su aliado, constituía el único enemigo a vencer por parte de los Aliados.


Sin embargo, la rápida victoria de Hitler en occidente (1940) - que sacó a Francia de la guerra y expulsó a los ingleses de Europa - cambió los planes de Stalin. Ahora el dictador Soviético sabía que Alemania, ya sin rivales que vencer en Europa occidental, volvería su mirada hacia el este. Y sabía también que los pueblos que oprimía hace mucho tiempo en esa zona estaban desesperados por adquirir su libertad. Estos pueblos - que no tenían idea de lo atroz que era el Reich Alemán - recibirían a cualquier ejército extranjero como una verdadera legión libertadora. Así pues, tomando en cuenta la existencia de estas naciones, Hitler traicionó a su aliado soviético, atacándolo en 1941, arguyendo una supuesta “liberación” de los pueblos europeos que vivían bajo la represión bolchevique (y ahora “judaizante”) de Stalin.


En ese momento, cuando Stalin comprendió que Hitler pretendía aniquilarlo (con severas chances de éxito), pidió el apoyo de Inglaterra, Francia y Estados Unidos – “las burguesías decadentes” - manifestando que su pacto con la Alemania Nazi se había firmado por motivos estratégicos. Por una cuestión temporal, ya que él siempre tuvo la intención de derrotar a Alemania, pero no pudo hacerlo por falta de tiempo en el rearme de sus ejércitos. Y lo que es peor es que los aliados, siendo conscientes de la falsedad de los argumentos de Stalin y del genocidio que venía cometiendo la Unión Soviética, tendieron su apoyo al régimen comunista, demostrando así que la guerra no buscaba suprimir la tiranía de los regímenes totalitarios existentes, sino sólo destrozar a Alemania (que era sólo uno de éstos regímenes), sin entender que mediante tal acción, los Aliados le estaban otorgando un poder mucho mayor a uno de los estados más poderosos, totalitarios y corruptos de la historia.


Es así como, gracias al apoyo aliado, las tropas soviéticas pudieron defenderse y - al cabo de tres años - tomar Berlín en contra ataque, logrando extender el dominio comunista desde Moscú hasta el corazón mismo de Europa. Superando con creces cualquier planteamiento inicial de Stalin. Convirtiendo a la Unión Soviética en un imperio con aspiraciones de dominio mundial. Haciendo ahora, no sólo de Polonia, sino de diversas naciones europeas, estados satélites al servicio de Moscú. Es importante entender que la segunda guerra mundial tuvo un solo vencedor, y éste fue la Unión Soviética, pues sus fronteras se extendieron miles de kilómetros al oeste, cubriendo a países como Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Rumania, Bulgaria, entre otros, que fueron enclaustrados por el pacto de Varsovia.

 

Conquistadores. Con la derrota de Alemania, las fronteras de la Unión Soviética se extendieron por  gran parte de Europa.


Para estos pueblos, la derrota de Alemania no supuso ninguna liberación, sino simplemente un cambio de opresor. Cuando se retiró el ejército alemán, llegó el ejército soviético, que probó ser igual - o más letal - que su atencesor. No hay que ser ingenuos: la libertad en Europa, en la segunda guerra mundial, no llegó con la "liberación".


Cuando británicos, franceses y norteamericanos comprendieron el error que cometieron, al permitir que la Unión Soviética ingresara en su bando y se hiciera propietario de la mitad de Europa, fue ya muy tarde. En ese momento, desesperados, comenzaron a reclutar científicos alemanes (como Werner Von Braun) y estrategas militares de la Wehrmacht que pudieran brindarles información sobre un enemigo que parecía – y casi lo fue - invencible.


Quizá si las potencias aliadas hubieran tomado en cuenta la importancia de esta realidad, y hubieran destruido a la Unión Soviética en la segunda guerra mundial (moralmente, éste estado merecía el mismo destino que Alemania), el mundo se hubiera ahorrado el sufrimiento y las muertes jóvenes que se generaron posteriormente en la guerra fría (Corea, Vietnam, etc.), incluso en Latinoamérica (la Cuba de Fidel, que se escudriñó en la Unión Soviética, quizá no existiría).


En cuanto a los crímenes cometidos en la guerra, la memoria histórica exige que las sociedades castiguen siempre a sus verdugos (sean éstos de la ideología que sean). Con respecto a la Unión Soviética ya es un poco tarde para ello. Todos los verdugos de la segunda guerra mundial, que apagaron la vida de millones de hombres cumpliendo “órdenes superiores”, están bajo tierra o seniles. Además, no existe un centro de investigación que se preocupe por ubicarlos, como sí existe el Centro Simon Wiesenthal, que ha logrado atrapar numerosos genocidas alemanes - verdugos del pueblo judío - que pretendían evadir la justicia.


Yendo todavía más lejos, la Rusia actual, que se tiró abajo a la Unión Soviética, no permite la realización de investigaciones históricas que permitan dar con estos criminales, pues – a pesar de las atrocidades que cometieron – Moscú los considera “héroes de guerra”, sin ponerse a pensar por un instante que cada segundo de su existencia empaña el honor del pueblo ruso: un pueblo que ha sufrido inclementemente a través de su historia, habiendo sido castigado por invasiones militares extranjeras y por sus propios gobiernos, que fueron tremendamente sanguinarios, tiranos y déspotas.


Para concluir debo afirmar - respaldando a los medios polacos - que Vladimir Putin ha empañado la ceremonia de homenaje al estallido de la guerra mundial, llevada a cabo la semana pasada en Polonia. Mientras que Angela Merkel - haciendo gala de la estigmatizada sociedad alemana - volvió a pedir perdón por los crímenes cometidos por los nazis, el primer ministro ruso, renuente a aceptar la responsabilidad de su país, tuvo la gracia de afirmar que los excesos cometidos por la Unión Soviética no deben ser sustraídos del “contexto de la época”. Como si el valor de la vida dependiera de la fecha en que uno muere.


Habría que repetirle al señor Putin la enseñanza de Jorge Basadre Grohmann, quien dijo que la “historia no es únicamente lo que fue, sino lo que va siendo y lo que - si no se entiende - sin duda volverá a ser”.


2 comments:

Diego (Gaizka) dijo...

Viejo Kulak, como dijo alguna vez un buen francés: "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero daria mi vida por defender tu derecho a decirlo".

Anónimo dijo...

Tu articulo podria ir incluso mas lejos.

La URSS estuvo metida en todas las revoluciones, en todos los lugares del mundo. Para conseguir sus objetivos incluso lleno de bombas nucleares lugares donde nunca habian existido tales armamentos.

Yo creo que hasta el MRTA (copia mala del 26 de julio cubano) no hubiera existido si la URSS hubiera desaparecido en la 2da.guerra, cuando estuvo mas debil.