JOSEPH GOEBBELS: EL CANCILLER LISIADO

El Canciller Lisiado. Fotografía oficial de Paul Joseph Goebbels, último canciller de la Alemania Nazi.

Esta semana terminé de leer la biografía de Joseph Goebbels, ministro de propaganda y último canciller de la Alemania Nazi, escrita por el polémico cronista británico, David Irving. Mis compañeros de estudio, casi sin excepción, me vieron recorriendo los pasillos de la universidad con los anchos tomos de la obra y, algunos de ellos, soportaron pacientes mis reflexiones y comentarios acerca de quien fuera considerado la mente maestra del Tercer Reich.

Antes que nada, sobre el autor - que es conocido por adoptar una posición revisionista sobre el holocausto - es necesario señalar que su trabajo (“Goebbels – The Mastermind of the Third Reich”) es objetivo, histórico e imparcial. De tal modo, basado en los diarios de Goebbels, Irving edifica una crónica detallada sobre su juventud, adultez y muerte; crónica que se encuentra muy bien redactada y que envuelve al lector en los vaivenes de la existencia trágica, corrupta y autodestructiva del citado personaje histórico.

Mi interés personal por la vida de Joseph Goebbels, sin embargo, nació hace un par de años, cuando accedí – a través de la biblioteca de una universidad norteamericana – a los últimos artículos que escribió durante la segunda guerra mundial (principalmente publicados en la revista “Das Reich”). Yo, sorprendido, los leí detenidamente y descubrí la inteligencia y el talento artístico, literario, de Joseph Goebbels. Y es que cualquier individuo que puede “convertir” una situación desesperante, de pánico popular, de evidente derrota, en una gesta posible, razonable y hasta heroica, requiere la atención de la posteridad, pues es deber de los hombres entender la naturaleza y personalidad de aquellos que moldearon y determinaron la configuración política de su tiempo, ya sea negativa o positivamente.

Ahora bien, para reflexionar sobre la vida de Goebbels, podemos empezar por su morboso final. Por el asombro atroz: él, junto a su esposa Magda, asesinó, el 01 de mayo de 1945, a sus seis pequeños hijos en un cuarto del búnker subterráneo de Hitler, luego de haber sido nombrado Canciller por éste, cuando los ejércitos soviéticos se encontraban a pocas yardas del lugar y Alemania sufría la peor derrota de su historia. Luego de ello, él y su esposa se suicidaron y sus cuerpos fueron empapados en gasolina y quemados por sus subalternos, en una ceremonia solemne y fanática llevada a cabo en el Berlín humeante y gris de 1945.

Famila Goebbels Quandt. Los seis hijos de Joseph Goebbels y Harald, el de uniforme, hijo de Magda fruto de su matrimonio anterior.

Ante tal final siniestro, criminal, perverso, un halo sombrío de maldad cubrió la figura de Goebbels, que pasó a la historia como uno de los seguidores más celosos y leales de Hitler, que hipotecó su vida misma al triunfo del Régimen Nazi y selló su destino y el de su familia ante los designios contrarios de la historia.

Es importante pues hacernos la pregunta: ¿Qué determinó el talento superior de este alemán diminuto, que hipnotizó a las masas de su país con su capacidad oratoria y de redacción? ¿Qué lo motivo a matar a sus seis pequeños hijos (la mayor tenía 12 años), para luego quitarse la vida junto a su esposa? ¿Qué generó su corrupción, su odio intrínseco y mortal hacia los judíos y comunistas?

Puedo empezar diciendo que Paul Joseph Goebbels nació un 29 de octubre de 1897, en el pequeño pueblo de Rheydt, en el seno de una familia católica. Muy apegado a su madre, y con tres hermanos (2 hombres y una mujer), tuvo una niñez cálida y modesta. A los cuatro años, sin embargo, sufrió una osteomielitis severa que le afectó la pantorrilla derecha y lo condenó a cojear para siempre.

Así pues, acaso haciendo honor al prejuicioso dicho de “cuidado con los marcados”, el joven Joseph, burlado por sus compañeros escolares, pero dotado de una inteligencia superior, fue siempre el primero en sus estudios (algunos lo catalogaron como un “sabelotodo soberbio”). De tal modo, quizá por un complejo incipiente de inferioridad, quiso demostrar que su deficiencia física - que le impedía practicar deportes y competir con los demás - podía ser subsanada por una mente disciplinada, lectora y activa.

A sus 17 años, cuando estalló la primera guerra mundial, Goebbels acudió entusiasta a enlistarse en el ejército alemán. Pero el oficial del ayuntamiento lo rechazó, declarándolo no apto para el servicio. De vuelta en el colegio, deprimido, escribió un ensayo cuestionándose “cómo un no combatiente puede servir a su país”.

Fuera de la Mitología. Alegoría del Káiser, Alemania y la primera guerra mundial, conflagración en la que Goebbels no pudo participar.

Conforme la guerra avanzaba, su salón de clase se fue vaciando. Sus amigos Hubert Hompesch y Willy Zilles le escribieron historias sorprendentes desde el frente. Asimismo, apremiados por la situación, su hermano Konrad y Hans fueron llamados al servicio activo, quedando éste último prisionero del ejército francés.

Como autor de varios ensayos galardonados, Goebbels dio el discurso de graduación de su promoción escolar: el 21 de marzo de 1917 se dirigió a sus compañeros, conmovido por la guerra que azotaba a Alemania, diciéndoles que su país “estaba predestinado a convertirse en el líder político y espiritual del mundo”.

Una vez terminado el colegio, Joseph pasó por 8 universidades distintas. Realizó estudios de filosofía, literatura, historia, arte y lenguas clásicas. En 1921 obtuvo su título de Doctor en Filología Germánica por la Universidad de Heidelberg.

Durante los años 20, aquejado por la ruina financiera del país, buscó trabajo donde pudo. Siendo su vocación principal la literatura y el periodismo, hizo lo posible para publicar sus trabajos y abrirse camino como escritor. Apenas terminó su carrera, finalizó la redacción de su primera novela, “Michael”, que ningún editor quiso publicar. También probó suerte con el teatro, escribiendo dos obras - “El Vagabundo” y “El Huésped Solitario”. Sin embargo, las mismas no encontraron productor y nunca fueron estrenadas. Igual suerte corrieron sus artículos periodísticos, que fueron rechazados por diversos diarios del país. Durante esta época, a su vez, sus diarios denotan una frustración inmensa, sumada a una sensación de inutilidad y vacío que comenzaron a deprimirlo profundamente. Así, por ejemplo, en agosto de 1924, éste registra entradas como: “nadie está dispuesto a pagarme un centavo por lo que escribo” ó “¿Por qué todos han perdido la esperanza en mí, viéndome como un fracasado, como un tipo flojo y melancólico?”.

Sin embargo, también durante ésa época, Goebbels comienza a ser consciente de su entorno político. Devorando la literatura clásica (principalmente a Dostoievski), empieza a coquetear con la izquierda. No obstante, sus puntos de vista fueron derivándose hacia planteamientos nacionalistas, vinculados en mayor medida con la derecha radical.

De tal modo, empezó a compartir teorías antisemitas, que señalaban a los judíos y al capitalismo internacional como los culpables de la catastrofe social, económica y militar de Alemania. Esto no le fue difícil, pues varios de sus trabajos literarios habían sido rechazados por judíos y él ya sentía un cierto desdén y desprecio hacia los círculos sociales extranjeros.

En 1923, sin un centavo, sólo, endeudado, frustrado, se unió al partido Nazi, mientras su líder – Adolfo Hitler – se encontraba preso en la cárcel de Landsberg, en Múnich.

Desde ése momento su vida cambió.

Su ascenso en la organización fue trepidante, debido a su oratoria tenaz y a su capacidad de redacción impecable. Fue por tal motivo que conoció personalmente a Hitler, que se interesó por él y, en 1926, lo nombró Representante Oficial (Gauleiter) del partido en Berlín, una ciudad cosmopolita en la que el nacionalsocialismo tenía pocos seguidores, y que era – hasta ese momento – el bastión principal del partido comunista alemán.

Hard Workin' Man. Goebbels habló en todos los barrios de Berlín y convirtió a la ciudad en una fortaleza para su partido.

Sin embargo, con la instalación de su oficina en la citada ciudad, Joseph Goebbels realizó una tarea titánica, hablando en todos sus barrios, fundando diarios, satirizando a sus enemigos y atacando siempre a los judíos y comunistas. Sus medios de propaganda dieron grandes resultados: generaron una gran cantidad de adeptos y engrosaron las filas de los Nazis en la capital germana.

En 1930, a pedido expreso de Hitler - que estaba sorprendido por los resultados de su trabajo - se convirtió en Jefe de la División Nacional de Propaganda.

Ahora, con dos choferes, y dos coches Mercedes a su disposición, Joseph Goebbels era un personaje famoso: fue electo diputado, sus obras se empezaron a publicar y hasta las mujeres comenzaron a acercársele.

En el año 1931 conoce a Johanna María Magdalena Quandt, una rubia nacionalsocialista que trabajaba en su oficina, sumamente atractiva, que lo impactó desde el inicio. Ella, que se había casado muy joven y tenía un hijo con un multimillonario, reconoció de inmediato que el “enamoradizo” diputado era un buen partido y comenzó a salir con él, divorciándose de su anterior pareja para convertirse en Magda Goebbels en 1932.

Matrimonio. Joseph se casa con Magda, siendo Hitler su testigo. Nótese la presencia de Hitler en la fotografía, metros atrás del novio.

Sobre este punto, David Irving baraja la tesis de que Magda se casó con Goebbels sólo porque quería estar cerca a Hitler. La teoría del autor citado tiene que ver con el testimonio de Ello, la hermana de Magda, que aclaró que ella nunca estuvo enamorada de Joseph y que simplemente se casó con él para estar junto al hombre que más admiraba.

En todo caso, Hitler fue nombrado Canciller en 1933, y la familia Goebbels fue catapultada al estrellato, convirtiéndose Joseph en Ministro de Ilustración Popular y Propaganda, cargo que le sirvió para tomar el control de la industria cinematográfica y radial alemana (con el consiguiente “poder” que tuvo para favorecer la carrera de ciertas y atractivas actrices del medio).

Esta nueva posición, sin embargo, no fue del todo buena para el pequeño ministro. Entre los problemas que le generó, destaca aquél que lo enfrentó con su mujer por su tormentoso romance con la actriz checa, Lida Baarova. Y es que el asunto fue tan escandaloso que Magda acudió llorando donde Hitler, quejándose de la infidelidad de su marido. Fue el mismo Hitler quien, después de mucho trajinar, le ordenó a Goebbels dejar de verse con Baarova, para salvar su matrimonio y la estabilidad de su imagen (que era vital para el régimen). De tal manera, a los pocos días, una triste Lida Baarova tuvo que hacer sus maletas y regresar silenciosa a Checoslovaquia.

Lida Baarova. Amante de Joseph Goebbels, Lida se refirió a él en buenos términos incluso luego de terminada la guerra.

Con el estallido de la segunda guerra mundial (1939) todo cambió para Goebbels. Hitler, de pronto, se volvió inaccesible, rodeándose de una camarilla militar que lo acompañaría en los diversos escenarios y cuarteles de guerra, mientras él se hacía cargo del frente interno y la moral pública.

Conforme las fronteras alemanas se expandían y sus ejércitos eran victoriosos, la labor de Goebbels fue sencilla y ligera. Durante los años iniciales de la guerra, malversando dinero del tesoro público, compró varios terrenos y construyó lujosas mansiones. Asimismo, adquirió obras de arte y se dedicó por entero a la expansión de la industria cinematográfica alemana, en su afán por destronar a Hollywood, que ya era la industria más poderosa del cine a nivel mundial.

No obstante, a partir de la debacle de Stalingrado (1943), el trabajo de Goebbels se multiplicó, pues se volcó por entero a elevar la moral pública, que cada vez estaba más decaída por las derrotas militares. Así, por ejemplo, visitó las ciudades destrozadas por los bombardeos aliados (dando emotivos discursos de pie sobre las ruinas de iglesias medievales); escribió sobre las armas “milagrosas” de Alemania (V-1 y V-2); elaboró el concepto de “justicia histórica” que asistía a su país por encima de todo; resaltó el carácter de cruzada de la lucha de “Europa” contra la Unión Soviética; justificó e hizo cuanto pudo para que se radicalice el mal trato a los judíos, a quienes consideraba enemigos y espías extranjeros. Y lo hizo todo con una calidad excepcional, utilizando metáforas cautivantes, mezclando conceptos históricos, mitológicos y políticos en artículos dinámicos, pulcros y convincentes.

Stalingrado. Con la derrota alemana de Stalingrado, Goebbels maximizó sus esfuerzos para elevar la moral del pueblo alemán.

Fue en esta época, cuando el final de la guerra se tornaba lóbrego, que empezó a barajar la hipótesis de suicidarse, junto a su familia, si “el nacionalsocialismo y Alemania deben desaparecer”. Así pues, en un memorándum enviado a Hitler en 1944, proponiéndole la puesta en marcha de sus planes para la “Guerra Total”, escribió: “cada vez que estoy en Lanke (su casa de campo) con mis seis hijos, entonces me doy cuenta que ni yo ni los míos debemos, ni deberíamos, vivir en una era que no nos corresponderá más”.

Es así como lo encontramos, a los pocos meses, atrincherado en el búnker subterráneo de Hitler, esperando la muerte junto a él. Ello a pesar de que el mismo Hitler, que había decidido morir en Berlín, le ordenó dejar la ciudad para continuar la lucha desde el norte.

Berlín, 1945. Imagen de la puerta de Brandenburgo, todavía en pie, tras un soldado muerto en los últimos días de la guerra.

En su testamento, Goebbels, mentalizado en suicidarse (ya lo había acordado con su esposa) señala: “El Führer me ha ordenado que abandone Berlín, en caso se derrumbe la defensa de la capital, y que tome parte como Jefe en el Gobierno que ha nombrado (…) En la pesadilla de traición que rodea al Führer en estas jornadas críticas, tienen que estar con él, hasta la muerte, algunos incondicionales, incluso si ello contradice la orden terminante – y perfectamente justificable desde el punto de vista material – que da (Hitler) en su testamento (…) Por esta razón, con mi esposa y en nombre de mis hijos, que son demasiado jóvenes para hablar por sí mismos, pero que si tuviesen edad suficiente se adherirían sin reserva, expreso mi inquebrantable decisión de no abandonar la capital, incluso si cae y de terminar, al lado del Führer, una vida que para mí, personalmente, no tendría valor si no puede emplearse al servicio de él y a su lado”.

De tal modo, luego de que Hitler se suicidara, y ya consagrado como el 25° Canciller de Alemania, Goebbels buscó a su esposa y concluyó la tragedia: envenenó a sus 6 hijos para luego dispararse en el patio de la cancillería. Resulta sarcástico mencionar que las fronteras de su gobierno, que Hitler le heredó, se extendían una milla de norte a sur, desde el puente Weidendamm hasta la Avenida Prinz-Albrecht, y apenas unos cientos de metros de este a oeste. Sus restos fueron incinerados, pero no pudieron quemarse del todo (como sí, aparentemente, sucedió con los de su jefe).


El Fin. Cadaver carbonizado de Goebbels, capturado por los rusos y la fotografía de sus hijos, luego de que fueran encontrados por los soldados soviéticos que ingresaron al Búnker de Hitler.

Así termina la vida de éste personaje trágico, cuya naturaleza autodestructiva, genial, corrupta y fanática, le dio a Alemania las páginas más dramáticas y oscuras de su historia. Unas páginas de inteligencia y talento diabólico que hasta hoy están impregnadas de luto, de gris, de asombro perverso y morbosidad única.


3 comments:

Anónimo dijo...

Artículo impecablemente escrito, con excelente información. Las anécdotas que salpican la sinopsis biográfica le dan colorido y fuerza al relato de este período fascinante de nuestra historia cercana. Quizás es levemente reprochable un sesgo demonizador del personaje, que dadas su trayectoria y circunstancia no parecía tener otra salida.

Anónimo dijo...

Excelente articulo, genialmente escrito. Bravo!

Anónimo dijo...

Me gustó tu artículo Rodrigo, tiene información suficiente para darnos una imagen de Goebbels, pero me quedó la interrogante de saber que piensas tú del personaje.