ALEXANDER SUPERTRAMP


Christopher McCandless o Alexander Supertramp. Una de las últimas imágenes encontradas de Christopher McCandless ya viviendo su sueño en el bus abandonado que convirtió en su hogar en Alaska.

Ayer vi la película "Into The Wild" con mi hermana porque ella quería que la vea y no estaba dispuesta a desistir en su pretensión de acomodarme bajo la manta, frente al televisor, con la mirada concentrada en esta historia extraordinaria, de la cual no podía escabullirme ni escapar.

La película me mantuvo expectante y cuando concluyó charlé extensamente con mi hermana y ambos quedamos convencidos en que la película era grandiosa e impactante, porque en el fondo yo y ella nos parecemos mucho al protagonista, Christopher McCandless, y soñamos – como él - con seguir caminos aventureros que nos lleven a conocer el mundo, alejándonos del urbanismo y las convenciones sociales, mientras nos devuelven al único lugar del cual venimos y al cual nos deberemos hasta el final: la naturaleza.

Hemos optado, sin embargo, yo y ella, por seguir tal camino por senderos distintos. Ella cultiva mucho su vida espiritual y se preocupa por indagar en la riqueza y sabiduría del budismo, mientras que se comporta de modo altruista y bondadoso y caritativo y está siempre alegre y optimista y dispuesta a soltar buenos consejos y cariño casi maternal. Yo, por mi parte, hago lo que puedo desde mi irreligiosidad o estado aconfesional, al pretender colmar mi espíritu de canciones, poemas, libros o emotivas conversaciones con mi madre – sin lugar a dudas mi leal y mejor amiga - que me conmuevan y me hagan entrar en contacto con partes insondables de mi cuerpo, que me mantienen motivado y emocional y entusiasta por saber que las cosas no pueden salirme mal, dado que los problemas que me aquejan o de los que me suelo quejar son en realidad minúsculos y languidecen ante la creencia y seguridad que tengo en la riqueza y fortaleza de mi espíritu, o mi alma, o mi consciencia.

Sin embargo, queda claro que sólo una vida destinada a recorrer el mundo y a absorber la interminable luz del sol es la que puede generar que un individuo joven, como Richard McCandless (23), mientras agoniza perdido entre los bosques infinitos de Alaska, agradezca por la vida que ha llevado y se atreva a bendecir a todos, afirmando que muere feliz y que su vida ha sido grandiosa por su carácter libre, intenso, emancipado.

Y en realidad no debemos engañarnos porque a nadie le gustaría morir entre tubos y electricidad y enfermeras y médicos y sacerdotes que luchan rayanamente por extendernos superficialmente la vida, o darnos una paz por la que pagan nuestros familiares, en hospitales oscuros y atiborrados de preocupación; a quien no le gustaría pues morir “entre pájaros y árboles”, como diría Javier Heraud Pérez, después de haber tenido una vida aguda, feliz, bien vivida, dictada por los mandatos tempestuosos, azarosos, arriesgados del espíritu o el intelecto.

Mi hermana, por su parte, ha decidido hacer sus maletas e ir camino de Europa. Sus pocos ahorros, estoy seguro, sabrán llevarla a buen puerto porque se trata de una persona brillante y carismática y buena y uno siempre quiere rodearse de ese tipo de gente, más aún ahora que la gente anda preocupada y deprimida y decaída por la indiferencia y apuro de la sociedad ante los problemas y dificultades de sus individuos.

Sé que su partida me dará mucha lástima y me derruirá temporalmente y desde ahora siento una ausencia demoledora que ya entristece mis pensamientos y días dominicales. Pero sé también que ella es la dueña de su destino y que tiene todo para salir adelante y que vale más ir por allá y conocer el mundo que quedarse acá con un trabajo de oficina, que puede dar seguridad temporal y cobijo superfluo, pero que difícilmente podrá colmar los corazones de los que – como ella y como yo – hemos nacido para recorrer otros caminos, que quizá sean menos remunerados pero son abundantes en satisfacción y realizaciones personales.

Por mi parte, a pesar de envidiar a mi hermana y de querer tomar su lugar y hacerme a la aventura y conocer los miles de lugares que sé conoceré algún día, debo permanecer en la ciudad al menos hasta que tenga mi título de abogado para recién entonces decidir con mayor libertad y cálculo frío sobre los pasos que daré, y que ya vengo dando, para materializar el sueño del que tanto les he hablado en Líneas Personales y que involucra al Perú y la libertad.

Sin embargo, debo reconocer con nervio frío que una parte de mí admira y admirará por siempre a Alexander Supertramp (nombre adoptado por Richard McCandless cuando decide hacerse a la ruta y despojarse de todos sus bienes y riquezas personales), dado que finalmente hizo lo que buenamente pudo para hacer de su vida un producto intrínseco de su libertad personal. De hecho, algunos de los libros que él leyó durante su estancia en Alaska los he leído yo también y creo que yo y el fuimos muy parecidos, sólo que él era cojonudo y tenía un brío torero que marcó la diferencia, pues ya a mi edad él hacía de su vida la interminable aventura que hoy comenta el mundo entero a raíz de la película que mi hermana hizo que vea y que yo no quería ver.

Haber visto “Into The Wild” me ha confirmado, por otro lado, algo que yo venía sospechando hace ya buen tiempo: el consumismo y la televisión y la vanidad y el licor y las drogas, en general, son vicios que terminan siempre por despojar o vulnerar la libertad del hombre. Resulta sorprendente ver a los niños de ahora, o recordarnos a nosotros mismos cuando niños, preguntando a sus (nuestros) abuelos sobre lo que hacían en su infancia para divertirse, cuando - ante la respuesta de aquellos - nadie puede entender cómo la simple compañía de los padres o un cochecito de carrera o una muñeca cocida podían brindar tanta felicidad y algarabía en el pasado.

No cabe duda que en la actualidad y para ser feliz el humano promedio necesita de cosas que antes no necesitaba y que sólo pueden turbarlo y preocuparlo y esclavizarlo. Uno no nace con un carro último modelo, o con un apartamento espacioso, o con la mejor ropa, o con los más finos relojes o juegos. Uno puede desearlos toda la vida y frustrarse y creer que la realización y felicidad personal vienen acompañados del consumo y el almacenamiento de bienes. Pero resulta más fácil y armonioso y liberador creer que uno ya nace con lo indispensable y que, sólo con ello, se puede ser feliz y digno: esa es, después de todo, nuestra única verdad, y el mensaje final de la película que tuve que ver dada la persuasión mahometana de mi hermana.

En mi caso, y para terminar, siento que escuchar a Los Jaivas o a Litto Nebbia, y ahora a Eddie Vedder (destacado músico que hizo el soundtrack del filme), me ayudan a sumergirme en este camino de desprendimiento que me gustaría recorrer, al menos en la medida que mis posibilidades buenamente lo permitan. Finalmente, la tranquilidad mental de uno no tiene precio y uno debe perseguir hasta el final los caminos que la libertad personal nos impone, para después sentir en vida la tranquilidad, relajo y paz que no sienten los que, a diferencia de Alexander Supertramp, nunca llegaron Alaska, ni subieron las montañas, ni sintieron el calor abrasador del sol, incluso en la mayor oscuridad.


Pd: A continuación un breve video sobre la historia personal de Richard McCandless, llevada al cine por Sean Penn en la película "Into The Wild". Enjoy.



4 comments:

Anónimo dijo...

hermosa pelicula que te invita a reflexionar sobre la vida egoista que ha tomado la humanidad cada vez mas apegados a lo material descuidando lo mas real las experiencias el desapego y la conexion con la naturaleza , cosmico

Aida DH dijo...

gran película y gran reflexión la tuya también! me encanta encontrar personas que piensen en términos de libertad y felicidad

suerte a tu hermana ^^

La Abstinencia me puede dijo...

se llama Christopher Mccandless, no Richard

Alita Grajalt dijo...

Hermosa reflexión! Estoy transitando el mismo proceso que tu hermana :) Un detalle...el nombre del protagonista era Christopher no Richard. Saludos!