VERDADES PRADIANAS



Finalmente he terminado de leer la antología de escritos políticos, filosóficos y literarios de Manuel Gonzáles Prada, de la que les hablé en artículos anteriores. Y ahora que la he concluido, puedo afirmar con seguridad que, como pocos, el autor mencionado, lejos de ser culto, perspicaz y talentoso, fue también valiente y procaz, pues se atrevió a denunciar los males del Perú con pluma franca, vertical, directa. Si es difícil hoy hablar de la mediocridad y corrupción de la clase política peruana, o del embrutecimiento progresivo de grandes porciones de su sociedad, o de la calidad moral de sus caudillos o revolucionarios, basta con imaginar cómo habrá sido aquello a fines del siglo 19, donde en el Perú gobernaban la iglesia católica, el conservadurismo aristocrático y el racismo, para entender que el trabajo del referido ensayista se realizó bajo una férrea oposición y un avasallador escrutinio.

Sin embargo, creer, como Manuel Gonzáles Prada, que los partidos políticos peruanos no han sido más que “sindicatos de ambiciones malsanas, clubes eleccionarios o grandes sociedades mercantiles[1] es actualmente una necesidad, un triste deber moral. Afirmar, como también él lo hizo, que nuestros caudillos fueron sólo “paisanos astutos que hicieron de la política una faena lucrativa" o "soldados impulsivos que vieron en la Presidencia de la República el último grado de la carrera militar[2]”, es también imprescindible, imperioso (incluso, uno de nuestros "presidenciables" es un militar en retiro). Entender, como sólo él comprendió, que “nuestras revoluciones han sido (y serán por mucho tiempo) industrias ilícitas como el contrabando, como el proxenetismo[3]”, y que “en el fragor de sus combates se oirá, no sólo el estampido de armas que hieren y matan, sino el ruido de manos que se arañan en el fondo de un saco de monedas[4]”, es el mensaje que deben oír aquellos que, financiados por el narcotráfico, pretenden todavía instaurar regímenes despiadados y totalitarios en el Perú. Pues, como también lo dijo Manuel Gonzáles Prada, en nuestro país “revolucionario que triunfa, coge el destino y come, embiste la Caja Fiscal y roba[5].

Saber que Manuel Gonzáles Prada no era un investigador social, ni un historiador o antropólogo con metodología científica, destaca su mérito académico, su gran capacidad de análisis. Se trataba pues de un escritor excepcional, que redactaba con magistral criterio lo que llamaba la atención de su vista, denunciando lo que años de historia republicana y líderes vetustos no habían podido solucionar, o identificar si acaso: los caracteres perjudiciales de la sociedad española como progenitora de la sociedad peruana, el negativo papel de Lima como ciudad centralizadora de la actividad política en el país, la educación pública católica como la traba más importante para constituir el estado laico, la desdeñosa calidad moral de nuestros conservadores, magistrados, legisladores y hacendados.

Intentaré, en ese sentido, repasar algunos comentarios del autor sobre los temas citados.

Así pues, dijo sobre España, analizándola con sátira mientras residía en esa nación (1896-1898), que se trataba “de una comunidad de frailes sin tonsura con el hábito escondido, porque desde el académico hasta el chulo, todos llevan entre camisa y pellejo una sotana[6]”. Sobre el regionalismo español, afirmó que “como pocas provincias sudan y bregan para que las otras coman y huelguen, el mejor símbolo de España estaría en una serpiente que se engulle su propia cola[7]”. Sobre la laboriosidad española, testificó que el español promedio “duerme la siesta después de almorzar, se cansa de descansar y se reposa de haber reposado. No trabaja en verano por el calor, en invierno por el frío, ni en primavera y otoño por ser estas estaciones intermedias y malsanas[8]”. En el plano intelectual y político, aseguró con crudeza que España “vive respirando las exhalaciones digestivas del estómago intelectual francés[9]”.

Sobre Lima, ciudad capital del Perú, que concentraba los placeres y vicios del país, dijo que “aquí se malean los hombres sanos venidos de las provincias a evolucionar en el mundo político[10]”. Asimismo, cuestionando la lealtad de algunos limeños en la reciente guerra contra Chile, reflexionó: “siempre ha sucedido que en el pasado nuestros miríficos abuelos encendían un castillo para celebrar la entrada de los patriotas, mientras que guardaban otro para festejar el regreso de los realistas. ¿A qué rememorar cómo fueron recibidos en 1881 los vencedores de San Juan y Miraflores? Los fastos limeños no registran muchos rasgos de valor ni de entereza[11]”. Finaliza, pronunciándose sobre el centralismo peruano, que “la desinfección nacional no puede venir del foco purulento: la acción necesaria y salvadora debe iniciarse fuera de Lima, para redimir a los demás pueblos de la odiosa tutela ejercida por grupillos de la capital[12]”.

Sobre la educación católica en el Perú, que era por entonces prácticamente monopólica, criticó: “¿Qué resulta de una enseñanza fundada en el catecismo? El niño abandona desde temprano el mundo real, para vivir en una región fantasmagórica[13]”. Sobre la naturaleza de la educación religiosa, afirmó que: “Nada es más refractario al espíritu de la ciencia que los cerebros deformados por una educación ortodoxa[14]”. Sobre el rol del estado en la educación, aseveró que el mismo “no busca observantes de sectas, sino cumplidores de leyes y (…) la ley es laica.[15]Criticando la relación del Estado con la iglesia en el Perú afirmó: “la Iglesia no se conforma con un papel secundario (...) Ella rabia por ungir al Estado con el óleo de una sacristía para rebajarle a la condición de monaguillo. El poder civil no es su colaborador inteligente sino su brazo secular[16]”. Dijo también, sobre la tiranía y las dictaduras en el Perú, que “El Estado y la Iglesia mantienen luchas seculares y al parecer irreconciliables; pero en la guerra contra los derechos individuales se alían, se defienden tácitamente, de modo que toda tiranía se apoya en el fanatismo[17]”.

Sobre los conservadores peruanos, redactó: “los conservadores del Perú no han logrado constituir una agrupación política normal y viable[18]”. Satirizándolos, añadió: “si los conservadores hallaran a su hombre y lograran constituir un organismo político, consagrarían la República a los Sagrados Corazones, derogarían las leyes que en algo favorecen la emancipación del individuo y ejercerían con sus enemigos una verdadera caza de hombres[19]”.

Dijo, asimismo, sobre los magistrados peruanos que “son una fuerza irresponsable que desmenuza la propiedad[20]”.Y sobre nuestros congresistas, cuestionando su legitimidad, afirmó: “Como un autócrata domina por la fuerza, valiéndose de genízaros o de cosacos, así un presidente constitucional puede ejercer tiránicamente el mando, apoyándose en Cámaras de servidores abyectos y mercenarios. Congresos tuvimos en el Perú que valían tanto como un batallón de genízaros o un regimiento de cosacos.[21]”.

En cuanto a los hacendados y el estado de segregación en que vivían los indios que habitaban la serranía del país, Gonzáles Prada se atrevió a denunciar que, bajo la república, el indio sufría todavía como en el Virreynato, pues “le conservamos en la ignorancia y la servidumbre, le envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, le lanzamos a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiempo organizamos cacerías y matanzas como las de Amantini, Ilave y Huanta[22][23]. Asimismo, cuestionó la viabilidad misma del Estado Peruano, como organización política excluyente y exclusiva: “Nuestra forma de gobierno se reduce a una gran mentira, porque no merece llamarse República democrática un Estado en que dos o tres millones de individuos viven fuera de la ley[24]”.

Sobre los hacendados y su poder, reflexionó: “Una hacienda se forma por la acumulación de pequeños lotes arrebatados a sus legítimos dueños”. Los hacendados, continúa, “ejercen sobre sus peones la autoridad de un barón normando (…) Imponen castigos tremendos como la corma, la flagelación, el cepo de campaña y la muerte[25].”

Sin embargo, uno podría pensar que, en base a este breve resumen, la obra de Manuel Gonzáles Prada consistió tan sólo en una crítica severa a la situación social que vivía el Perú en su época (que, valgan verdades, se asemeja en algunos aspectos a la actual). No obstante, propuso también soluciones, ideó propuestas, se agrupó con jóvenes intelectuales y formó círculos literarios, agrupaciones políticas, conferencias de debate. Su objetivo, sólo uno: “evolucionar en el sentido más amplio la libertad del individuo[26]”. Sobre su lucha política, dando un discurso ante la Unión Nacional (partido con el que se involucró y, en el plano de las ideas, lideró severamente), afirmó que: “Se parte en guerra contra enemigos poderosos que miran al país como su legítimo patrimonio". En cuanto a la magnitud de la tarea a que se enfrentaba, aseveró: "No bastará con desplegar la bandera y lanzar el grito para que los adherentes acudan en tropel. Nos dirigimos a un pueblo cien veces engañado, que desconfiará de nosotros mientras nuestros actos no prueben la sinceridad de nuestras intenciones".Y sobre los mecanismos de difusión de sus ideas, muy sabiamente, constató que "Mucho haremos con la pluma y la palabra, con el folleto y la conferencia, con la carta familiar y la conversación íntima; pero mucho más realizaremos con el ejemplo: la vida ejerce una propaganda lenta y muda, pero irresistible". Hace, finalmente, una acotación singular, señalando que para el éxito "necesitamos cerebros que piensen, no autómatas (…) en una palabra, necesitamos juventud de jóvenes, no de hombres con veinticinco años en la fe del bautizo y siglo y medio en el corazón[27].

Así y todo, nunca pudo organizar un movimiento político nacional, merced a la férrea oposición que encontró: Manuel Gonzáles Prada fue el fantasma de los tiranos de su época, el opositor de los conservadores y religiosos más acérrimos, el defensor de los indios excluidos, el principal y primigenio creyente de la libertad como elemento esencial para desarrollar al Perú. ¿Cuántos “jóvenes” con “siglo y medio en el corazón” viven entre nosotros a pesar de su ejemplo? ¿A casi 100 años de la muerte de Gonzáles Prada, podríamos afirmar que nuestro estado es laico, o que los indígenas y afroamericanos tienen las mismas oportunidades de desarrollo que la población urbana o criolla? ¿Acaso nuestros congresistas son hoy unos fieles defensores del estado de derecho y la democracia?

Preguntas todas que redundan en la actualidad de la obra de Prada. Una obra que continúa sorprendiéndome a diario, y que sorprendería a muchos otros, si fuera adecuadamente difundida y estudiada. La cuestión es: ¿Beneficia a todos su difusión?






[1] “Los Partidos y la Unión Nacional”; primera conferencia pública ofrecida por Prada luego de su extenso viaje a Europa, en 1898. Extraído de: Manuel Gonzáles Prada ¡Los jóvenes a la obra! Textos Esenciales. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2008.
[2] Ob. Cit.
[3] Ob. Cit.
[4] Ob. Cit.
[5] Ob. Cit.
[6] “Nuestra Madre”, artículo inconcluso e inédito, escrito por Manuel Gonzáles Prada durante su residencia en España (1896-1898). Extraído de: Manuel Gonzáles Prada ¡Los jóvenes a la obra! Textos Esenciales. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2008.
[7] Ob. Cit.
[8] Ob. Cit.
[9] Ob. Cit.
[10] “El Núcleo Purulento”. Extraído de: Manuel Gonzáles Prada ¡Los jóvenes a la obra! Textos Esenciales. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2008.
[11] Ob. Cit.
[12] Ob. Cit.
[13] “Instrucción Católica”. Extraído de: Manuel Gonzáles Prada ¡Los jóvenes a la obra! Textos Esenciales. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2008.
[14] Ob. Cit.
[15] Ob. Cit.
[16] Ob. Cit.
[17] Ob. Cit.
[18] “Nuestros Conservadores”. Artículo redactado en 1892, publicado en 1908 en la revista Horas de Lucha.
[19] Ob. Cit.
[20] “Nuestros Magistrados”. Artículo publicado en 1902, en la revista Horas de Lucha.
[21] “Nuestros Legisladores”. Artículo publicado en 1907, en la revista Horas de Lucha.
[22] “Nuestros Indios”. Texto publicado por primera vez en la segunda edición de Horas de Lucha. Extraído de Manuel Gonzáles Prada ¡Los jóvenes a la obra! Textos Esenciales. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2008.
[23] Iniciada la dictadura de Piérola, los indios de Amantán, isla del Titicaca, lincharon a un gamonal que había pretendido reclutar por la fuerza a los hombres de la comunidad para el ejército. Enterado de ello el gobierno, se envío dos buques armados que bombardearon ferozmente la isla, matando a una gran cantidad de indígenas. Ilave y Huanta fueron masacres consumadas, de similares características, en la segunda administración de Piérola.
[24] Ob. Cit.
[25] Ob. Cit.
[26] “Los Partidos y la Unión Nacional”; primera conferencia pública ofrecida por Prada luego de su extenso viaje a Europa, en 1898. Extraído de: Manuel Gonzáles Prada ¡Los jóvenes a la obra! Textos Esenciales. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2008.
[27] Ob. Cit.