PARTE TRES





David, quien dormía boca abajo sobre su cama, se despertó de inmediato. Frotándose los ojos, como quien cree que está en un sueño, no daba crédito a su vista: ahí estaba Ramiro, frente él, con el rostro pálido como un fantasma, insultándolo y exigiéndole que se levante. Aún soñoliento, y ante los gritos incesantes de su hermano, prendió la luz de su cuarto, al que iluminaba entonces una pequeña lámpara.


- - ¿Qué te pasa? ¿Qué has hecho? – le preguntó sorprendido.

- - ¿Que qué he hecho? – replicó Ramiro sarcástico - ¿Cómo te has atrevido a hacerme esto? ¿Crees que soy un idiota? ¡Levántate imbécil!


David, sin comprender todavía el motivo por el que Ramiro estaba tan enfadado, pero familiarizado con sus borracheras, a las que solían visitar ciertos “diablos azules”, se dio media vuelta y le dio la espalda.


- - Ándate a dormir Ramiro, no sé que habrás tomado – dijo tranquilamente-. Descansa y no jodas – agregó luego de un prolongado suspiro.


Ni bien terminó de hablar cuando Ramiro, totalmente fuera de sí, se acercó a la cama, destapó a David de sus mantas y, jalándolo por la espalda del pijama, pretendió arrojarlo al suelo.


- - ¡Mierda, te he dicho que te levantes!


David, quien evitó la caída haciendo un ademán violento para zafarse de los brazos de su agresor, comprendió entonces que el berrinche de Ramiro no era el producto de una mala borrachera, o de sus “diablos azules” cotidianos. No. En esta ocasión, su hermano estaba realmente enfadado. Algo había sucedido.


- - Ramiro, en realidad no entiendo nada. Por favor explícame qué he hecho.

- - ¿Ah sí? Te lo voy a explicar en este momento.


Ramiro salió de la habitación con destino al comedor. Una vez ahí, recogió el celular de David y volvió rápidamente a la estancia. David, que había aprovechado la salida de su hermano para acomodarse nuevamente en la cama, esta vez sentado contra sus almohadas, esperaba paciente. En realidad no tenía temor de Ramiro. Lo conocía bien y sabía que era inofensivo. Al menos en un plano físico.


- - ¿Qué me dices de este mensaje de texto? ¿Se mandó sólo o qué? ¿A dónde te fuiste después del concierto?


Una vez que hubo leído el mensaje de Fabiola, que continuaba tintineando en su celular, David entendió todo: Ramiro lo había leído y había imaginado que Fabiola lo había engañado con él. ¡Vaya conjetura! ¡Qué malentendido! No obstante, no pudo evitar sentirse bien por los términos en que le habían escrito: era obvio que Fabiola quería verlo y que se había quedado pensando en él. ¿Es que acaso podía pasar algo entre los dos? ¿Había alguna posibilidad de que ella deje a Ramiro? ¿Estaba en capacidad de hacer algo para que eso suceda?


- - Ay, hermano, tu sí que eres un idiota. Deberías estarme agradecido. Por ese mensaje es que todavía tienes oportunidades con Fabiola. Si no fuera por mí…


Ramiro permanecía de pie junto a la cama de David, imperturbable. Parecía no escuchar lo que le decía su hermano. Por un lado, esperaba una explicación, necesitaba con urgencia una. Pero, al mismo tiempo, le sorprendía la calma de David. Ramiro conocía bien a las personas, y fuera de tener confianza en su hermano, a pesar del confuso incidente de las fotografías, podía notarse que él estaba inusitadamente tranquilo: si David hubiera hecho algo indebido se comportaría de otra manera; estaría nervioso, asustado, inseguro. Sin embargo, sus gestos denotaban todo lo contrario. Hasta podía decirse que actuaba de modo indiferente.


- - Fabiola me llamó, mientras tú estabas hablándole a la chica del concierto…. ¿Cómo es que se llamaba? ¿Katia? ¿Puede ser?, sí Katia, mientras tú estabas hablando con Katia, Fabiola me llamó desesperada. Quería conversar conmigo sobre asuntos tuyos, Ramiro. Quería hablarme de ti.


Ramiro no sabía si confiar o no en su hermano. El mensaje de Fabiola era evidente: ella le agradecía y le decía que quería verlo. ¿Sería cierto lo que decía David? ¿O acaso había pasado algo entre ellos?


- - No te creo, David. Ella nunca te llamaría. ¿De qué cosas podrían hablar? – preguntó con curiosidad, aunque ya más tranquilo.

- - Resulta, Ramiro, que Fabiola se ha enterado de tus aventuras. Aparentemente alguien te ha visto. No lo sé. No podría afirmarlo porque no lo recuerdo con exactitud. La cosa es que ella sabe que la has engañado, según me contó, con al menos tres personas. Y, bueno, quería decirme lo mal que se sentía. Para eso es que fui a verla.


Ramiro se sentó junto a él, en la cama. Se puso ambas manos sobre el rostro y trató de acomodarse el pelo hacia atrás, que por su agitación se le había desordenado y le cubría levemente la frente. Era evidente que su amargura había cedido paso a la ansiedad, que poco a poco comenzaba a apoderarse de él. No tenía sentido negar la realidad ante su hermano. Él lo conocía y sabía que era un mujeriego. Pero si Fabiola lo había llamado significaba que confiaba en él. Entonces, astuto como era, entendió que David podía serle de utilidad. Que si David negaba sus aventuras, entonces Fabiola le creería y no lo dejaría. Por otro lado, a pesar de haberla engañado, ya en varias ocasiones, Ramiro sentía un amor profundo por Fabiola. Era la primera vez que amaba a alguien con tanta intensidad. O al menos así lo creía genuinamente. Por lo tanto, teniendo claro lo que se jugaba, adoptó una nueva estrategia y trató de mostrarse calmo y bondadoso con David.


- - David, no te quedes ahí. Sé que dices la verdad. Te conozco. Sé que no me traicionarías. Perdóname, me he comportado como un idiota. Pero debes comprenderme. Quiero mucho a Fabiola y sé que últimamente no nos ha ido bien. Dime, por favor, qué es lo que te dijo. O, en todo caso, dime lo más importante de todo: ¿qué fue lo que le dijiste tú?


David percibió en seguida el cambio de actitud de su hermano. Sabía que actuaba así por interés y no por lealtad. Pero también era consciente de que Ramiro no era una persona mala. Y, sí, estaba enamorado. Sin embargo entendía, muy en el fondo, que Ramiro, a pesar de su edad y madurez superiores, tenía una personalidad volátil y se enamoraba con facilidad. Asimismo, desconfiaba de sus palabras, al menos en lo referido a su amor por Fabiola: no creía que la amaba en realidad. ¿Cómo podría amarla si la engañaba con tanto descaro?


- - Quédate tranquilo Ramiro. Que le he mentido y bien. No sé porque lo hice pero lo hice. Y creo haberte cubierto las espaldas. Pero debes darme tiempo. Fabiola no es idiota. Por el contrario, es suspicaz, taimada. Tendré que reunirme con ella muchas veces para poder convencerla del todo. Mañana la veré a las ocho. Bueno en realidad hoy la veré a las ocho. Ya se ha hecho tarde, Ramiro. No sé que habrás consumido pero estás muy pálido. Acuéstate. ¿No tenías que trabajar ahora? En menos de una hora amanecerá. Pero quédate tranquilo. Le he dicho que todo es una mentira y que tú la quieres en verdad. Prometo hacer lo posible para ayudarte. Pero debes irte, Ramiro. Ya es tarde. Acuéstate. Yo hablaré con Fabiola. Tú no hagas nada. No la llames, ni la busques. Al menos no por el momento. Me encargaré de todo, Ramiro. Pero conversaremos más tarde. Ahora acuéstate.


Ramiro tomaba por ciertas las palabras de David, y tenía claro que lo estaba importunando. Era, en realidad, muy tarde. De ahora en adelante, por la importancia que tenía Fabiola para él, trataría mejor a su hermano y se preocuparía por no causarle ningún disgusto. Sólo David podría ayudarlo. Y él apostaría todas sus fichas en él. No llamaría a Fabiola ni la molestaría. Esperaría, nada más, las noticias que le trajese David. Él podría logarlo. Estaba seguro de eso.


- - Gracias, David. Sé que me ayudarás. Yo he engañado a Fabiola muchas veces. Y lo sabes. Ni siquiera cuestiono sus argumentos porque he sido muy descarado y me he relajado, me he vuelto descuidado. Sin duda, tenía que enterarse. Pero confío en ti, David. Conversa con ella y dile cuánto la quiero. Si ella quiere verme, dile por favor que me llame. Que quiero hablarle. Serás tú mi interlocutor, David. Pero no te molesto más. Tienes razón, es muy tarde. Y tengo que trabajar en pocas horas. Me acostaré. Conversaremos más tarde. Perdóname por este escándalo. Tomé demás. Ese concierto de mierda me empiló. Ahora me voy. Descansa tranquilo. Conversaremos después.


Dicho ello, Ramiro apagó la luz de la habitación y dejó a David como lo encontró, alumbrado únicamente por la tenue luz de su lámpara. Junto a él, en su mesa de noche, había dejado su celular. Cuando estuvo solo, David lo cogió y le respondió a Fabiola: “Yo también quiero verte. Estoy pensando en ti. David”. Una vez que hubo enviado el mensaje, se acomodó entre sus cálidas sábanas y se echó a dormir con sumo placer.

A los pocos minutos, con David ya soñando, el celular tintineó nuevamente: Fabiola había respondido.

1 comments:

Anónimo dijo...

Bonito, muy bonito.