FIESTA DE CUMPLEAÑOS



Foto de la reunión que hice por mi cumpleaños.


Antes solía esperar con ansias la fecha de mi cumpleaños porque estaba acostumbrado a recibir muchos regalos y a ser despertado por las cariñosas pero desentonadas voces de mis padres y hermana, quienes llevaban una improvisada torta de naranja con manjar a mi cama y me cantaban “Happy Birthday” con agotamiento y soñolencia. Luego venían las llamadas consecutivas de mis tías y tíos, quienes me pasaban a sus hijos e hijas, mis primos, los cuales - resignados y obligados como estaban por sus padres a saludarme – esbozaban sus torpes frases en un intento de originalizar las felicitaciones de rigor: “que la pases muy bien”, “¿14? ¡Qué viejo te estás haciendo!, “estaremos pensando en ti”, “que te sigan celebrando como mereces”… y el peruanísimo y peculiarmente devoto… “¡Que Dios te mantenga sano papacito”.

Conforme uno va creciendo, no obstante, las ganas de cumplir años van decreciendo porque no existen ya los regalos, ni la sensación de que uno cumple nuevos años para ser capaz de hacer cosas que antes le estaban prohibidas por los mandatos de la pubertad o inmadurez. Así también, los primos y primas que antes te llamaban de pronto dejan de hacerlo, porque ya todos andan ocupados en sus trabajos, e inclusive – si es que te llaman - uno mismo no puede recibir las llamadas con la libertad que quisiera, porque los días andan repletos de tareas y no dan, literalmente, un minuto de tregua. Por el contrario, el día del cumpleaños de uno puede ser estresante si es que se pone el celular en vibrador y se lleva en el bolsillo: vibrará todo el día la pelvis como si uno estuviera jugándose el pellejo en una extenuante faena amorosa o en un concierto de Reggaetón después de haber comido un suculento – y sazonado en exceso - ceviche de conchas negras.

Sin embargo, este año quise celebrar mi cumpleaños genuinamente, por todo lo alto, motivado por la frase de mi leal amigo Diego Carrillo Purin, quien tuvo la gentileza de decirme que la celebración de mi cumpleaños debería reflejar mi estilo y personalidad: “tenemos que organizar una fiesta patronal desenfrenada, de varios días de duración, como si se tratara del aniversario de un pueblo desolado de la sierra, con muertos, heridos y aumento de la tasa de natalidad” (cita original).

Como no podía ser de otra manera, motivado por tan demagógica pero cariñosa afirmación, decidí contactarme con la dueña del “Chakra” de Miraflores, un hogareño y acogedor bar ubicado en la Av. Benavides, entre las calles Alcanfores y La Paz, que se caracteriza por la calidad de sus tragos espirituosos (léase afrodisiacos). Luego de una breve reunión, acordamos cerrar el bar para la ocasión y yo envié las invitaciones correspondientes: estaba organizando una “Fiesta Patronal desenfrenada” por mi cumpleaños, llena de folclore, buena música y todo tipo de atractivos pintorescos. ¿La fecha? el viernes 20 de agosto.

Así pues, el pasado viernes llegué al bar muy temprano con dos pequeñas lámparas de mi casa, de tenue potencia, perfectas para mi objetivo de oscurecer la iluminación del lugar y fomentar así comportamientos indecorosos, dignos del Carnaval de Puno o Cajamarca. Conmigo llevé también la bandera de Arequipa y del Collasuyo para decorar campechanamente la locación. Olvidé, sin embargo, mi gran poster de Túpac Amaru II, que tuvo que quedarse vigilando mi cama desde la pared de mi cuarto dada la premura de la hora. Asimismo, durante la tarde, me paseé por Polvos Azules con mi amigo Diego, donde compramos - sólo por si sucedía una emergencia con el abastecimiento del “Chakra” – una botella de Gin Bombay para obsequiarla en “secos parejos” a los más sedientos y desatendidos de la noche.

Al llegar al lugar, todavía temprano, encontramos a mi buen primo Dante con su novia sentados en una mesa, y con ellos iniciamos las tareas de decoración: colgamos la bandera de Arequipa en el balcón que daba a la Avenida Benavides y la del Collasuyo en el marco de la puerta del bar, cosa que quien entraba tenía que besarla, dejarse peinar por ella o agacharse, reverentes, en el peor de los casos. Así también, apagamos las luces del lugar y lo iluminamos sólo con mis dos lámparas (que en realidad eran de mi hermana, ausente por estos días en Barcelona): la estancia parecía una verdadera taberna andina, refugio de forasteros, viajeros y caminantes aventureros.

Por otro lado, también ya en el “Chakra”, e incluido en la celebración, descubrimos una de las más gratas sorpresas de la noche: Rex, un simpático, honorable y longevo ciudadano uruguayo que se quedó con nosotros hasta las últimas consecuencias, cual charrúa digno y aguerrido que es; teniendo incluso la decencia y caballerosidad de hacerme un regalo a pesar de haberme conocido recién (me obsequió un coliflor artesanal con una tarjeta hecha a mano que decía: “Feliz día y larga vida”).

Rex

Sobre la fiesta, en sí, no diré mucho: sé que nos vimos obligados a hacer uso del Gin Bombay porque el bar no se daba abasto para atender a los invitados; en un momento de locura, puse “Soy Caporal” de los Kjarcas e intenté bailar saya torpemente; mi primo Dante dibujó en la pizarra del “Chakra” a un Inca melenudo que decía “El Huáscar será siempre peruano” y, sólo después de la fiesta, me enteré que, para el escándalo de todas las señoritas, había dibujado al emperador andino con el órgano masculino erecto en desproporcionada manera; el Mario se desmayó, ruinmente alcoholizado; el Diego y otros más tuvieron problemas estomacales; las lámparas nunca regresaron a mi casa y la celebración, planeada con tanto cariño y amor hogareño, tuvo la gran vibra de formar varias parejitas “express” por sus tragos afrodisiacos.

¿Cuál fue el final? Ya de día, luego de pedirle a la dueña del bar que me permita poner por última vez “La Flor” de El Polen peruano, terminé desayunando anticuchos y chicha en el “Pitts” de Espinar con la bandera del Collasuyo amarrada como capa con mi primo Dante, que utilizaba de igual manera la de Arequipa, emulando a un súper héroe mistiano, antes de pasar por una farmacia para abastecerme de medicamentos para la verdadera fiesta que se me vendría por la tarde, luego de despertarme.

Así pues, ese fue otro más de mis cumpleaños. Ya son 24 los que cumplí sin darme cuenta. Y no cabe duda que las maneras en que los he celebrado han ido cambiando con los años. Ya no hay – al menos por el momento – padres ni hermanas que me traigan la torta con manjar a la cama; o almuerzos en la casa de mi abuela con arroz con leche y mazamorra; pero acaso los amigos y primos pueden compensar tales ausencias, más aún si se celebra una fiesta como la que hemos celebrado, digna de su título “Patronal” y – como decía en la invitación que envié por internet – “de todas las sangres”.

3 comments:

Unknown dijo...

Sobrino que gran post.. me gusto xk lo pude terminar de leer y porque fue claro y exactas las frases con.varios acontecimientos como tu dices " express" jaja.
Un exito hermano

Alba dijo...

Hermano, me alegro tanto saber que la pasaste a tu estilo, a tu ser. Yo estoy un poco lejos para llevarte la torta de naranja pero te llevo conmigo en mi andar diario. Te quiero infinitamente. Yo, tu hermana.

Sam Fisher dijo...

Muy original el post, el próximo puede ser acerca de tus acrobáticas atajadas como arquero del Rápido Misti, jajaja, saludos.