ESCRITOR DE LA DESESPERANZA


Fiodor Dostoievski

No me gusta Fiodor Dostoievski. Es el típico escritor mañoso, pendenciero, bribón. Un creador irresistible de historias miserables, de dramas psicológicos y humanidad literaria, o mejor dicho, inhumanidad artística, perversión creativa. Sus novelas, centradas como están en el hombre, aquella concentración orgánica de sufrimiento y desesperación, ingenuidad en estado puro, dan cuenta de los problemas y pesares de una época: la injusticia social y represión de la Rusia zarista; la explotación cuasi-carnívora del hombre por el hombre; la deshumanización de la mujer por el hambre y el hombre.

Quería escribir sobre él porque, a raíz de la partida de mi hermana a España, que sucedió hace ya buen tiempo, siendo que ahora ella ha regresado y vive en el Cusco, decidí acudir a Crisol a comprar todo el material posible que encontrara sobre Dostoievski. Yo ya había leído algo de él en el colegio, pero tenía la sensación que mi lectura de entonces había sido superficial y falaz, por lo que debía repasarla de nuevo, acaso con mira analítica y conciencia receptiva.

Compré, por consiguiente, nueve novelas del afamado escritor, abanderado de la literatura mundial y representante de primer orden de las letras rusas, pero no he podido terminar las nueve: a estas alturas, después de haber leído seis, estoy ya muy nauseado y desesperanzado con el devenir sombrío de sus personajes, a los que siempre alcanza una penumbra inexorable, un halo oscuro que los entristece y aprisiona, mientras postra al lector – en este caso, yo - en una frustración adictiva y contradictoria que desesperanza a la vez que emancipa: complejas sensaciones que se apoderan de uno al ser testigo de historias plagadas de tanta desilusión y desengaño.

Dicen algunos que Dostoievski ha sido el más grande conocedor del alma humana que ha existido alguna vez en la historia. Y no es para menos: la materia prima de su obra, a fin de cuentas, está constituida por las grandes preocupaciones que el autor tenía con respecto al futuro de la humanidad, con cuyo destino se sentía estrechamente vinculado y de cuyo pasado cercano se sentía en parte culpable y responsable.

Por otro lado, a pesar de la constante crítica de Dostoievski al materialismo de la sociedad, que es por demás sutil y finísima, los elementos violentos de la lucha política, que fueron posteriormente aplicados en la Rusia comunista, para solucionar similares problemas sociales, no aparecen reflejados en sus obras, teniendo yo la impresión que Dostoievski creía que las ideologías occidentales (llámense socialismo, liberalismo o anarquismo) no podrían ser jamás aplicadas en una Rusia que, sí, era pobre, mísera, totalitaria, pero finalmente ortodoxa y campesina.

Sus novelas, además, y abordándolas desde una perspectiva actual, narran situaciones que destacan por su vigencia desgarradora, por la forma tan actual con que destapan el cinismo y el falso progresismo de la sociedad, bajo el cual se trasluce la ambición y egoísmo del hombre, que desde siempre ha esclavizado a los indefensos y sumido en una lucha carnal a los poderosos. En una interminable y autodestructiva competencia.

Diría, asimismo, que los trabajos que más he disfrutado de Dostoievksi, en este corto y apasionado periplo que emprendí por sus relatos, han sido tres: “El Jugador”, “Humillados y Ofendidos” y “Crímen y Castigo”. A continuación explico por qué:

En el primero se narra la historia de Alexei Ivanovich, un joven tutor empleado por un general ruso que vive en una suite de un hotel alemán. Él, enamorado como está de la hermosa Polina Suslova, quien lo manipula con malicia y tiranía, se sumerge en un espiral frenético de juegos y apuestas, debido a una casi absoluta sumisión sentimental: Polina, quien ni si quiera corresponde a sus atenciones, es quien le entrega dinero y le pide que lo multiplique con urgencia en los casinos sin comentarle la razón de su necesidad desesperada.

En esta obra la pasión del azar y la fortuna convierte a los personajes en sujetos que se pierden en la irresistible casualidad del juego. Dicen, además, que la redacción de “El Jugador” fue cuidadosamente meditada por Dostoievski, quien era a su vez un ludópata confeso, siendo que tuvo que completar la novela en un cortísimo plazo para saldar deudas que tenían por origen precisamente apuestas y obligaciones que había contraído en ruletas y salas de azar.

Así también, a pesar que el argumento gira en torno a Alexei, las personas con las que está relacionado (el General, Polina, Mister Astley, Blanche de Comingeres, Des Grieux, la abuela de Polina, entre otros), interactúan en una historia plagada de deseos, avaricias, hipocresías y manipulación. El retrato que hace Dostoievksi de Alexei Ivanovich, brillante e histórico como es, pincela la psicología general de los jugadores empecinados, así como su deshumanización progresiva, mientras que da cuenta con magistral arte de la atmósfera decadente de los casinos, lugares que en esta novela cobran un morboso y perverso realismo.

Por su parte, “Humillados y Ofendidos” es una historia que narra la situación de personajes que han sido vejados y – precisamente – humillados debido a su situación económica o social, quienes resisten y hasta toman a bien estas humillaciones realizadas por parte de sus opresores, debido a su bondad y altruismo genuinos: en esta novela, la joven Natalia Nicolaievna, una humilde pero hermosa muchacha que reside junto a su familia en San Petersburgo, inicia un apasionado romance con el príncipe Alexei Petrovich, un noble joven que, a pesar de tener buenos sentimientos y una naturaleza transparente y honesta, es por demás ingenuo, manipulable y dócil.

El padre de Alexei, el príncipe Valkovski, sujeto vil y traidor, se opone virulentamente a la relación, influenciando y persuadiendo en todo momento a su hijo para que rompa su compromiso con Natalia, logrando al final de la historia su cometido interesado y desleal: en “Humillados y Ofendidos” triunfa la visión pragmática de la sociedad, la lógica fría de las relaciones y enlaces humanos, quedando al final Natalia abandonada, y con ella su familia y los personajes que se relacionan con ella en la historia (incluso el narrador de la novela, “Vania”). Pero el abandono no es casual ni fortuito. Debe notarse que en él ha intervenido la naturaleza egoísta de un sujeto poderoso, que todo lo ha podido, y por quien no han triunfado los buenos sentimientos ni la bondad del corazón, sino más bien la naturaleza primitiva del individuo, en la que una única ley sobrevive: el débil será siempre devorado por el fuerte.

Finalmente, “Crímen y Castigo”, uno de los trabajos más representativos de Dostoievksi, es un thriller psicológico que gira en torno a un pobre estudiante de derecho, Rodion Raskolnikov, que apenas tiene para sobrevivir en el decadente San Petersburgo del siglo 19. Él, agobiado como está por las presiones económicas, que acarrean también la miseria de su madre y hermana (quien se ve forzada a casarse por conveniencia), toma una fatal decisión: asesinar a una anciana usurera, que se dedica a prestar dinero a miserables contra el empeño de todo tipo de alhajas.

No obstante, en la literatura, así como en la vida real, nada sale de acuerdo a lo planeado: Raskolnikov se ve forzado a modificar sobre la marcha sus planes, asesinando también a la hermana de la prestamista, quien lo sorprende intempestivamente en el lugar del crimen. Con tal acto desesperado, del cual Raskolnikov logra escapar preliminarmente, se inicia un intenso debate moral en la mente del personaje, al que se le añade una inminente paranoia y sensación de persecución, producto de la cual, desahuciado por su personalidad obsesiva, por su naturaleza finalmente humana, Raskolnikov termina por entregarse a la policía, siendo desterrado a Siberia a cumplir una larga y penosa condena.

Creo, asimismo, y sin mucho lugar para la duda, que “Crimen y Castigo” tiene picos literarios notables, que no se ven con tanta claridad en todas las obras de Dostoievksi, donde el autor expone su arte con una calidad sin igual: la narración del asesinato de la anciana es sublime, extraordinaria. Repasándola uno podría perderse en los brazos nerviosos de Raskolnikov, que tiritan por una ansiedad infinita, incontrolable, ante el frágil y jorobado cuerpo de su víctima. Así también, el interrogatorio al que es sometido el joven estudiante por parte del comisario de la policía es genial, percibiendo el lector en carne propia, de una forma francamente sorprendente, la inquietud y nervios del asesino, quien presiente las sospechas anticipadas de su interlocutor suspicaz.

Así pues, “El Jugador”, “Crímen y Castigo” y “Humillados y Ofendidos” son las tres novelas que yo recomendaría de Dostoievksi. Ellas me han cautivado y me han sometido al total dominio del escritor, quien me ha subyugado y ha hecho conmigo lo que ha querido durante el corto tiempo que he leído, en realidad procurado leer, las nueve obras que le compré. Quizá es por eso que no he podido terminar las nueve. Como ya señalé líneas arriba, estoy ya lo suficientemente familiarizado con la naturaleza lóbrega y umbrosa de sus personajes y creo que no me sería saludable continuar con su lectura, al menos por el momento.

Creo, eso sí, que los verdaderos escritores, los que finalmente trascienden e ingresan al parnaso, al Olimpo de las letras humanas, son aquellos que impregnan a sus obras de las grandes causas en las que creyeron, o supieron denunciar, en sus respectivos periodos históricos. Los escritores de café, creadores de someras historias de entretenimiento, no tienen punto de comparación con estos brillantes cerebros creativos. Y, en ese sentido, Fiodor Dostoievski es inmenso, pues sus obras tienen precisamente aquello: la historia de una infinidad de seres anónimos que, por un motivo u otro, y a pesar de sus corazones nobles y bondadosos, terminaron siendo esclavos de una organización social jerarquizada y degradante, en la que ricos y pobres no sufren por igual, siendo los pobres los que finalmente padecen una vida plagada de contrariedades y sufrimiento.

1 comments:

Anónimo dijo...

Sublime