EL CAMINO EQUIVOCADO



Hermosa Síntesis. El Quijote en Quechua, traducido por el académico y lingüista Demetrio Túpac Yupanqui.


1. LA EMOCIÓN

Nadie está libre de equivocar el camino. Más aun en el plano de las emociones fuertes. Por que existen emociones que a uno lo subyugan, lo perturban, lo ciegan. Y en ese proceso, en ese estado calamitoso en que el trance de la confusión consciente se apodera de uno, esos sentimientos terminan por convertir al hombre más planificado y calculador en un enérgico soñador adolescente; como lo son también de hacer del hombre fantasioso y subjetivo un personaje proyectado, cauto, prudente. No cabe duda que cuando nos enfrentamos a la mente, el hombre es siempre la víctima: capitulará eternamente al caer la noche; será derribado por sobre la lona al concluir el último combate. La inmensa masa de sentimientos, experiencias y sueños que configuran la personalidad humana conspirarán en esta batalla contra el raciocinio más atroz y terminarán por doblegarlo y transformarlo en un motor organizado de causas perdidas y realidades idílicas.

En mi vida han sido incontables las ocasiones en que he librado yo esta dura batalla y el desenlace ha sido siempre el mismo: doy testimonio por experiencia propia que en la batalla contra mi instinto, contra mis convicciones más entrañables; mis ideas más objetivas y centradas han reculado en forma perpetua, y se han retirado pronto ante la carga furiosa de mis enojos, mis alegrías, mis sueños, mis resentimientos, mis egoísmos, mis frustraciones, mis ideales más puros y las experiencias varias que he vivido. Por eso, advierto a continuación: las frases que ahora escribo no han sido premeditadas ni pensadas con meses de anticipación, ni estructuradas en base a la consecución de un objetivo preconcebido; por el contrario, son sólo el instantáneo producto de la humanísima sensación que en estos momentos experimento de sentir mi corazón templado como un puño, como una piedra cósmica, como una roca subterránea, como el fortísimo músculo que es: el centro de toda mi vida, la fuente de mis energías finitas y el combustible de esta imaginación desbordada.

¿Qué puede, no obstante, llevar al corazón de uno a este estado? Dependiendo de nuestras infancias individuales, probablemente  la caricia cómplice de una madre, el rostro desventurado de un mendigo, la inocente mirada de un animal que sufre, la fotografía de un libro abandonado, la enseñanza moral de algún mayor nuestro, algún trato diferente siendo pequeños o una experiencia similar tienen la mágica facultad de forjar emociones tan intensas que, cuando despiertan y se activan, sin importar la edad o estado del que las experimenta, terminarán por encender y alucinar a uno de manera casi química, sobrehumana, de forma tal que – durante el trayecto que dure esta emoción – será este hombre un súper hombre; su cerebro, un súper cerebro; sus fuerzas, súper fuerzas; y estará este hombre tan excitado que tendrá la energía para hacer lo impensado y alcanzar lo imposible.



2. EL QUECHUA

El aprendizaje de la lengua quechua despertó en mí un interés prioritario desde que fui identificando mis más fundamentales simpatías políticas y convicciones personales.  Lecturas interminables sobre la majestuosidad y eternidad de las construcciones monumentales y organización social de los peruanos ancestrales, se hicieron dueñas de mi sueño (y sueños en noches insomnes) ya desde que yo era un niño. Así las cosas, puedo afirmar sin temor a equivocarme que desde que yo he adquirido consciencia de mi propia individualidad, de mi singularidad política, en mi identidad más pura se ha cimentado de manera incondicional e indivisible la creencia de que los peruanos – desde hace miles de años y a pesar de las mezclas raciales que en nuestro suelo han ocurrido también desde hace varios miles de años - tenemos mucho de mágicos, de místicos, de únicos. Compartimos sin duda un territorio cósmico, cargado de un magnetismo excepcional que ha hecho que, dentro de una variedad infinita de nichos y pisos ecológicos, únicos en todo el planeta, hayan florecido en esta parte del mundo las civilizaciones más sorprendentes; sociedades y culturas que hicieron de los nevados y volcanes, de las alturas andinas y sus selvas laberínticas, el hogar de millones de individuos que compartieron – en prosperidad - este territorio y lo cultivaron y veneraron mucho antes que nuestros familiares más longevos hayan sido siquiera concebidos en él.

Por tal motivo yo he aprendido a hablar ya el quechua. He concluido el pasado miércoles el primer ciclo de su enseñanza en la Universidad Nacional del Cusco y sólo hoy, que en algo conozco esa lengua, puedo afirmar que no me he equivocado y que si en algo estaban errados mis cálculos previos era en la idea que yo tenía sobre el mencionado idioma: quizá de manera involuntaria, fruto de una educación parcializada y el racismo inconsciente que todavía sobrevive en la mente de tantísimos peruanos, yo había subestimado al quechua, pensando que su aprendizaje sería sencillo y su complejidad menor, al menos comparada con las lenguas que en este país se enseñan de manera obligatoria, como lo es principalmente el castellano (incluso en las zonas donde es el idioma nativo) y el inglés (cuya enseñanza, importante en la actualidad casi tanto como el castellano, es impartida en numerosos colegios públicos del Perú).

Pero hoy que puedo elaborar, ya sin ayuda, mis primeras oraciones, y que puedo presentarme y hablar de mi familia y ciudad en quechua, doy fe que esta lengua cuenta con una riqueza fonética sin igual, y que además  puede presumir de una dulzura única en su pronunciación, especialmente cuando son habladas palabras de amor y cariño, las mismas que en el quechua son dichas con una ternura y acento que muy pocos idiomas podrán jamás alcanzar. Es esta una verdad que muy pocos peruanos conocen: en la lengua quechua lo fundamental es el amor y la reverencia; el respeto al compañero; la unidad de la comunidad y la elemental relación de los seres humanos con la naturaleza y el reino animal. De tal manera, abundan en este código lingüístico los sufijos para mostrar reverencia al mayor; para honrar al padre y la madre; para expresar cariño al hermano y amigo; para describir los procesos naturales que en los Andes son excepcionales; para engreír a la esposa y reconocer al maestro, por mencionar sólo algunos.

Es importante, no obstante, hablar de una verdad que en este país permanece como dormida, como ausente: a pesar que los peruanos, probablemente en nuestra totalidad, coincidimos en que la conquista de nuestro país por España significó la importación de costumbres y avances tecnológicos que a la larga han sido positivos; no es menos cierto que el violento asalto contra los peruanos originarios implicó el saqueo y exterminio de prácticamente todo lo que este país tenía de autóctono y aborigen. Como en pocos lugares del mundo, se observa esta dolorosa realidad en la ciudad del Cusco: imponentes templos y edificios incaicos, únicos en su tipo en la historia y universo del hombre, fueron derribados y sustituidos por iglesias y palacios españoles; así también, ciudades enteras y fortalezas indias fueron arrasadas por el fanatismo religioso y político europeo, quedando hoy tan sólo los vestigios de lo que en algún momento fueron boyantes centros urbanos que dieron cobijo a cientos de miles de individuos, manteniendo en todo momento una perfecta armonía con su desafiante entorno natural.



3. EL CAMINO EQUIVOCADO

Yo he creído en el quechua desde que, con mi adolescencia, llegaron a mi vista los primeros rayos de cultura que extraje de la lectura de los primeros libros que tuve. Pero como lo dije al comenzar este artículo: nadie está libre de equivocar el camino. Más aún en el plano de las emociones fuertes. Y eso me pasó con el quechua. Yo he discutido demasiado con numerosas personas sobre lo que yo he considerado siempre fundamental: la enseñanza obligatoria del idioma quechua a todos los niños del Perú, cuando menos, en todas las escuelas del estado. Pero estaba equivocado: si el quechua dependiera del estado, como hasta el momento ha dependido, será exterminado. Los que creemos en esta lengua y en su riqueza fabulosa, no podemos confiarle el trabajo de su cuidado a un ente político que jamás – salvo periodos muy pequeños y esporádicos de tiempo – ha considerado importante trabajar en la identidad cultural y verdadera unidad nacional de los peruanos. No. Hacerlo sería una locura. Esperar que llegue un político que – desde Lima - decrete la obligatoriedad de la enseñanza del quechua es ingenuo e imprudente. Hay intereses muy fuertes que se oponen a la enseñanza de esta lengua y, por lo mismo, será casi imposible que un político nuestro pueda imponerse y legislar su salvación.

Por el contrario, el rescate de este idioma, en el presente, y para que tenga resultados empíricos, debe depender de las familias y futuro de los que creemos ciegamente en él. Debe ser un trabajo ciudadano. Y ello porque cualquier peruano que desee aprender el quechua, es absolutamente libre de hacerlo. Es una lengua que, por un motivo que es para el mundo académico extraño, ha sobrevivido en soledad y abandono de cualquier auxilio a casi 400 años de ataques irascibles y persecuciones genocidas de España; para subsistir luego  a pesar del olvido, cuando no directamente los ataques, de los intereses de un estado republicano que ha sido históricamente lejano (nuevamente salvo periodos de unos cuantos años) a su originaria base histórica: la india. Por tal motivo, yo en mi vida haré lo posible por proteger y difundir esta lengua: si me es posible y lo permite su madre, mis hijos llevarán el primer nombre en quechua, y el segundo en castellano, para que elijan por sí mismos y en su adolescencia el nombre con el que cual quieren ser reconocidos. Pero, eso sí, deberán ellos inculcar a sus hijos, como a los que nacieron en mi clase social y generación  nunca se nos inculcó con la intensidad debida, el aprecio por lo original, el rechazo a todo tipo de racismo, el respeto por lo que es puro, por todo aquello que siendo oriundo de esta tierra ha permanecido incólume y resistido a los más injustos abusos. Así no sólo formará uno a personas originales e interesantes, portentosas de una singular identidad cultural, sino también  a individuos sensibles y tolerantes respecto de sus semejantes que, siendo distintos a ellos en algunos aspectos, compartirán con ellos el suelo donde habrán de vivir y desarrollar su integridad humana.

Por otra parte, es necesario resaltar una realidad durísima: hoy por hoy, no aprender el quechua, por falta de tiempo o  ausencia de interés, por escasez de incentivos o falta de método, de una u otra manera contribuye a la consecución del objetivo que – en su momento – persiguió también la conquista: la supresión progresiva de los elementos distintivos de la cultura andina (dentro de los que destaca la lengua). Y es que en esta batalla es inevitable tomar partido: conforme van falleciendo los últimos quechua hablantes monolingües, perecen junto a ellos incontables verbos y adjetivos que fueron acuñados específicamente para describir la vida que transcurre tan sólo en esta parte del mundo. Pero no podemos equivocar el camino. Hoy, esta batalla  pertenece a la esfera personal de cada uno. El quechua está ahí y su riqueza aún sobrevive. Así como yo he capitulado ante su belleza, y me confieso dominado por sus variedades dialectales y patrimonio fonético, así también existen otros peruanos que en algún momento le darán – aunque sea por curiosidad - una oportunidad a esta lengua magnífica. Cuando ello suceda, sin duda será ella quien se encargue del resto y, así, poco a poco, iremos los peruanos en libertad recuperando algo de aquello que en algún momento nos distinguió y convirtió en aquella raza mágica, única, cósmica que todavía somos y seremos mientras habitemos este territorio.




*Agradezco a mi buen amigo, Diego Carrillo Purin, por sus comentarios respecto de la estructuración y organización de este artículo.


5 comments:

Unknown dijo...

En partes del post he sentido como si estuviese leyendo "El hablador" de Vargas Llosa. Un libro donde se relata la historia de un "limeño" que al conocer la historia de una comunidad nativa de la selva se va a vivir allá y se compenetra tanto con ella que se vuelve el "hablador", quien era el que se encargaba de transmitir las tradiciones de sus pueblos a las siguientes generaciones.

En otras palabras, al menos para tí, para mí y para el personaje de MVLL; ese llamado interno/cósmico de lo nuestro/pasado/tradición viva, está presente y vigente, y claro, no tan potente como en el citado personaje de MVLL que deja todo - se hace el muerto - para ser realmente libre en la comunidad nativa de la selva que no recuerdo su nombre.

El quechua, como bien dices, es el ejemplo que la raza nativa que encontraron los conquistadores españoles y que luego los colonizadores trataron de borrar de la historia - no todos, seamos honestos y justos, sino qué dirá el p. Las Casas - son una raza tan dura y reacia que casi 400 años después, sigue activa, vigente y sorprendiendo al mundo entero. Sino que lo digan las agencias de viajes de todo el mundo y los futuros operadores del aeropuerto de Chincheros.... jajajajaj

Patricia dijo...

Muy interesante tu propuesta de que todos los peruanos debieramos saber el quechua,lo que si no se como las familias de los diferentes lugares del Perú podrían enseñarlo en sus hogares ya que tendriamos que empezar a aprenderlo en las escuelas ya que somos un crisol de razas y son pocos los que hablan el quechua, además el quechua no es único, cada región tiene sus forma de hablarlo y muchas veces entre los diferentes habitantes de los pueblos de la sierra no se entienden.Hace algunos años se habló de esto pero no se llegó a ningún acuerdo. Ojalá hayan mas personas tan entusiasta como tu y a futuro no tan lejano se logre cristalizar este anhelo.

Rodrigo dijo...

Michel, amigo querido, 100% de acuerdo con tu comentario. No he leído ese texto de Vargas Llosa, pero creo que traduce bien la situación.

Fuerte abrazo!

Rodrigo dijo...

Patricia,

Lo que dices es muy cierto, existe una gran variedad dialectal en la lengua quechua, pero ahora que mucha gente lo está aprendiendo, como que se ha uniformizado un poco el tema, al menos en los parámetros básicos de la enseñanza del quechua.

Tengo entendido, por ejemplo, que en la Universidad Nacional del Cusco, deben contar con un nivel básico de quechua para poder obtener el título profesional. Iniciativas como esas son para aplaudir. Este tema, la supervivencia del quechua, ante el abandono del gobierno nacional, ha llegado a depender de los gobiernos locales y los propios ciudadanos. Pero así se le está protegiendo. Yo soy optimista de cara al futuro y creo que algún día volverá a enseñarse el quechua en los colegios públicos, y ojalá privados, de este país. Aunque sea sus concepciones básicas.

Patricia dijo...

Rodrigo estoy de acuerdo contigo,ahora me podrias explicar como nace la escritura quechua ya que en la epoca incaica no había escritura.