"Velasco. La voz de la revolución" - Título del libro que me fue obsequiado y que inspira la redacción de este post.
Un libro regalado no se lee igual. Como que no te seduce, no te mira ni te habla como el libro que uno compra, que uno ordena, que uno busca y finalmente consigue. Siempre apliqué esa máxima a los textos que acumulo a la fecha. Y en las navidades, o cumpleaños, o cualquier otra festividad en la que mis parientes me obsequian libros, debo confesar que guardo las expectativas más bajas respecto a ellos, aunque sonría y cumpla al pie de la letra los mandatos que la convención social dispone: actuar sorprendido y agradecido de antemano.
No obstante ello, hace poco recibí de regalo varios libros que pertenecieron a un hombre - desaparecido ya - que estuvo vinculado al gobierno revolucionario de las fuerzas armadas (1968-1979). Esta pequeña parte de su biblioteca, que me fue entregada a modo de obsequio, trata asuntos que a mi me interesan muchísimo: los problemas históricos de nuestro campesinado y las estructuras económicas del Perú, cuyo carácter desigual y depresivo (en términos productivos e industriales) mantenían a la nación en un absoluto estado de atraso allá por los años sesenta y setenta.
Así pues, de entre la amplia variedad de libros recibidos
(aproximadamente una treintena), hubo un texto que llamó mi atención de
inmediato: lleva por título “Velasco – La voz de la Revolución”*, y es una
compilación de dos tomos que contiene la totalidad de los discursos parlados
por el General Juan Velasco Alvarado en su calidad de líder del gobierno
revolucionario. Por la variedad de asuntos narrados en estos discursos, se
trata de un documento que tiene una importante riqueza histórica, bastante útil
para aproximarnos a los sucesos políticos y las reformas ejecutadas durante el
mencionado período gubernamental, desde el punto de vista de sus
promotores principales: los militares.
Por tal motivo, he decidido compartir varios de estos
discursos en Líneas Personales. El primero de ellos, y acaso el más importante
y polémico, será el discurso que dio el General Velasco con ocasión de la
promulgación de la Ley de Reforma Agraria en junio de 1969. Ahora bien, el
discurso no está reproducido de manera íntegra. Por su volumen, he decido
obviar algunos párrafos que, en mi opinión, tenían una contenido
fundamentalmente burocrático y de técnica legal que no merecen ser reproducidos
bajo la óptica principalmente histórica de este blog.
Finalmente, lejos de hacer un comentario acerca de los
resultados – al corto y largo plazo – de la reforma agraria dictada por el
gobierno de Velasco, considero que el problema del campesinado y la
distribución de tierras en el Perú (problema de graves consecuencias económicas
y sociales existente desde nuestra independencia), tenía que ser solucionado
mediante la expedición de una ley de reforma agraria que distribuyera bajo
parámetros equitativos la tierra y reactivara la producción económica del campo. Ello debía necesariamente implicar la creación de campesinos/propietarios que gozaran – si quiera - de los
beneficios de su propio trabajo y tuvieran los incentivos para cuidar y
explotar con eficiencia la tierra. Si la reforma dictada por Velasco pudo
ejecutarse mejor, es una posibilidad que debemos admitir y de hecho explorar
bajo la evidencia histórica existente en la actualidad. Pero ese juicio deberá
llevarse a cabo de manera imparcial, lejos de los sectarismos de clase y de las
ideologías políticas que, de manera prejuiciosa y casi siempre carente de
fundamentos reales, condena o aprueba con apasionamiento la reforma aludida.
Sin más preámbulos, el discurso**:
“Lima, 24 de Junio de 1969
Compatriotas:
Este es un día histórico. Y
bien vale que todos seamos plenamente conscientes de su significado más
profundo. Hoy día el Gobierno Revolucionario ha promulgado la Ley de la Reforma
Agraria, y al hacerlo ha entregado al país el más vital instrumento de su transformación
y desarrollo. La historia marcará este 24 de Junio como el comienzo de un
proceso irreversible que sentará las bases
de una grandeza nacional auténtica, es decir, de una grandeza cimentada en la
justicia social y en la participación real del pueblo en la riqueza y en el destino de la patria.
Hoy, en el Día del Indio,
día del campesino, el Gobierno Revolucionario le rinde el mejor de todos los
tributos al entregar a la nación entera una ley que pondrá fin para siempre a
un injusto ordenamiento social que ha mantenido en la pobreza y en la iniquidad
a los que labran una tierra siempre ajena y siempre negada a millones de
campesinos. Lejos de las palabras de vanos homenajes, el Gobierno
Revolucionario concreta en un instrumento de inapelable acción jurídica ese
anhelo nacional de justicia por el que tanto se ha luchado en nuestra Patria.
De hoy en adelante, el campesino del Perú no será más el paria ni el
desheredado que vivió en la pobreza, de la cuna a la tumba, y que miró
impotente un porvenir igualmente sombrío para sus hijos. A partir de este venturoso
24 de Junio, el campesino del Perú será en verdad un ciudadano libre a quien la
patria, al fin, le reconoce el derecho a los frutos de la tierra que trabaja, y
un lugar de justicia dentro de una sociedad de la cual ya nunca más será, como
hasta hoy, ciudadano disminuido, hombre para ser explotado por otro hombre.
(…)
Vale decir, para la Fuerza
Armada del Perú la tarea de gobernar no fue entendida nunca como banal
ejercicio del poder, sin rumbo ni propósito; ni tampoco fue entendida jamás
bajo este régimen como acción continuista encaminada a mantener un ordenamiento
social básicamente injusto, dentro del cual la mayoría de nuestro pueblo
siempre fue mayoría explotada, mayoría en miseria, mayoría desposeída. Nosotros
no asumimos el poder político para hacer de él botín y negociado, ni
instrumento perpetuador de la injusticia.
(…)
Hoy todo eso ha quedado
atrás para siempre. Hoy el Perú tiene un Gobierno decidido a conquistar el
desarrollo del país, mediante la cancelación definitiva de viejas estructuras
económicas y sociales que no pueden ya tener validez en nuestra época. Las
reformas profundas por las que tantos compatriotas han luchado, están ya en
marcha. Y dentro de ellas, la más alta prioridad corresponde, sin duda alguna,
a la reforma de las estructuras agrarias. Por eso, fiel a la razón misma de su
existencia, fiel a los compromisos asumidos ante el país y ante la historia,
fiel a los postulados explícitos de la revolución, el Gobierno de la Fuerza
Armada le entrega hoy a la Nación peruana una avanzada Ley de Reforma Agraria
que marcará el comienzo de la verdadera liberación del campesinado nacional.
En favor de la reforma
agraria se han pronunciado prácticamente todos los organismos técnicos
nacionales e internacionales desde hace muchos años. Esta idea recibió el
respaldo de los presidentes americanos en la reunión de Punta del Este, y desde
entonces las oficinas especializadas de las Naciones Unidas han hecho hincapié
en la necesidad de modificar radicalmente las estructuras agrarias de los países
latinoamericanos. Y aquí en el Perú todos también han hablado de la necesidad
de emprender una auténtica reforma agraria. Este fue el señuelo con el cual se
lograron adhesiones y votos. Pero nada realmente profundo se hizo jamás para
implantar una reforma que de veras atacara la raíz del problema y que de veras
diera la tierra a quien la trabaja. Esto hace la nueva Ley. Y por venir de un
Gobierno Revolucionario, es en todo sentido un instrumento de desarrollo, una
herramienta de transformación; vale decir una ley auténticamente
revolucionaria. Y como en el caso de la política nacionalista del petróleo
ahora también la fuente final de nuestra inspiración, ha sido el pueblo; este
pueblo al que nos debemos por entero; este pueblo tantas veces engañado; este
pueblo que tanto ha sufrido y ha luchado en espera de una justicia que sus
gobernantes nunca supieron darle; este pueblo que ahora recibe, no como una
dádiva, sino como un derecho, una Ley de Reforma Agraria que abre y garantiza,
al fin, el camino de la justicia social en el Perú.
(…)
Desde este punto de vista,
es muy importante que el capital nacional comprenda cabalmente la significación
de la Ley de Reforma Agraria, como instrumento estimulador del proceso de
industrialización en nuestro país. La ley, en efecto, abre muy grandes
perspectivas a la inversión industrial a través del incentivo que significan
nuevas empresas forjadoras de riqueza y creadoras de trabajo. Estas nuevas y
amplias perspectivas de desarrollo económico, plantean un reto a la capacidad
empresarial y al dinamismo de la joven industria peruana, cuyo futuro será, en
gran parte, el resultado del esfuerzo tesonero de quienes a ella dediquen toda
su energía y su talento. La industrialización es un aspecto central del proceso
de desarrollo económico de nuestro país, y el esfuerzo industrial puede formar
parte de la tarea de transformación de las estructuras tradicionales del Perú,
Luchar por la industrialización es, por eso, luchar por el porvenir de la
nación. Y por ello, el impulso a la industria constituye uno de los principales
objetivos de la política de transformación del Gobierno Revolucionario. A este
fin coadyuva la Ley de Reforma Agraria, al estimular el dinamismo del sector
industrial mediante la reorientación de los recursos hacia fines de promoción
de la industria nacional.
(…)
Los que vean reducida su
propiedad por la aplicación de la ley recibirán compensación justipreciada por
parte del Estado. Pero en conciencia, habrán de reconocer que la reforma
agraria es para nuestro país un inaplazable imperativo de justicia. Y, si bien
es cierto que éste es un gobierno para todos los peruanos, no es menos cierto
que él debe y tiene que ser, por encima de todo, un gobierno para los más y
también para los más necesitados. El Gobierno Revolucionario confía en que
quienes se sientan adversamente afectados por la Ley de Reforma Agraria
comprendan, por encima de sus, acaso explicables egoísmos, la profunda justicia
que reivindica y hace realidad. Nosotros actuaremos con equidad al aplicar la ley,
y seremos respetuosos de los derechos legítimos de aquellos a quienes la ley se
aplique. Pero seremos también inflexibles en exigir la absoluta aplicación de
la reforma agraria, parte esencial de la política transformadora del gobierno
de la revolución y aspecto fundamental de una responsabilidad que hemos jurado
cumplir, sin desviaciones ni temores, por el bien sagrado de la patria.
Por eso, por responder al
clamor de justicia y al derecho de los más necesitados, es que la Ley de
Reforma Agraria ha dado su respaldo a esa gran masa de campesinos que forman
las comunidades indígenas que, a partir de hoy –abandonando un calificativo de
resabios racistas y de prejuicio inaceptable– se llamarán Comunidades
Campesinas. Los cientos de miles de hombres del campo que las forman, tendrán
desde ahora el respaldo efectivo del Estado para lograr los créditos la ayuda
técnica que indispensablemente se requiere a fin de convertirlas en dinámicas
unidades de producción cooperativa. Creemos cumplir así un verdadero deber de
reparación para todos aquellos campesinos olvidados del Perú, hombres que
centenariamente han sufrido el castigo de todas expoliaciones y de todas las
injusticias. Con esta ley se inicia el camino de su verdadera redención social.
Ya nunca más serán las víctimas indefensas del flagelo gamonalista. A partir de
hoy, con el respaldo del Estado, serán partícipes en la responsabilidad de su
propio desarrollo. Así, verdaderamente al cabo de los siglos, las comunidades
campesinas, el ayllu antiguo, símbolo de un milenario ideal de justicia que
nunca fue totalmente abatido, verán renacidos su fuerza y su vigor para ser,
otra vez, dinámicos elementos de progreso como fueron antaño en la antigua y
grandiosa civilización de nuestros antepasados.
(…)
Aquí, donde tantas promesas
quedaron incumplidas, donde se abandonaron tantos ideales, nosotros hemos
querido retomar el sentido profundo de un esfuerzo trunco hasta hoy: el de
reivindicar al humilde campesino de nuestra Patria, respondiendo a una demanda cuya
raíz honda se afinca en nuestra historia y cuya imagen de justicia surge de
nuestro propio e inmemorial pasado de pueblo americano.
Sabemos muy bien que la Ley
de Reforma Agraria tendrá adversarios y detractores. Ellos vendrán de los
grupos privilegiados que hicieron del monopolio económico y del poder político
la verdadera razón de su existencia. Esa es la oligarquía tradicional que verá
en peligro su antipatriótica posición de dominio en el Perú. No le tememos. A
esa oligarquía le decimos que estamos decididos a usar toda la energía
necesaria para aplastar cualquier sabotaje a la nueva ley y cualquier intento
de subvertir el orden público.
(…)
Pero la Ley de Reforma
Agraria también tendrá sus defensores y sus amigos. Ellos serán los que
comprendan patrióticamente la decisiva importancia que esta ley tiene para el
desarrollo nacional: serán los hombres del pueblo, los campesinos, los obreros,
los estudiantes, es decir, todos los que siempre han luchado por hacer
prevalecer la justicia social en el Perú. Ellos comprenderán que al fin
empiezan a realizarse sus ideales. Nada importa que unos seamos militares y
otros civiles. La patria es una sola y es de todos. Lo que importa es que se
cumpla la transformación social y económica de nuestro país para hacer de él
una nación libre, justa y soberana. Desde este punto de vista, se debe recordar
la posición de los hombres de la Iglesia. En una reciente declaración de los
Sacerdotes de ONIS, se señala la imperativa urgencia de una genuina reforma
agraria en el Perú y se sostiene que “en una concepción cristiana del hombre y
del mundo, los bienes de la tierra se ordenan a todos los hombres, para
permitirles la realización de su vocación y destino”. No estamos solos. En la
obra de la reforma agraria tendremos a nuestro lado a los campesinos, a los
obreros, a los estudiantes, a la inmensa mayoría de los intelectuales,
sacerdotes, industriales y profesionales del Perú. Y esto es lo que cuenta,
porque ellos son el pueblo auténtico de nuestra patria, al lado del cual está la
Fuerza Armada que surge de ese pueblo, y que a su causa brinda el respaldo de
su decisión inquebrantable. Quiero, por eso, hacer una sincera invocación a la
juventud del Perú para la que queremos forjar una patria mejor. Quienes vivimos
hoy los años de la adultez, recibimos un mundo lleno de imperfecciones y de
injusticias. Para quienes vengan después de nosotros queremos el legado de una
sociedad libre y justa, la herencia de una nación donde no tengan cabida las
clamorosas desigualdades y el oprobio del mundo que nos tocó vivir. Este es
nuestro más grande anhelo: Labrar para nuestro pueblo y para su juventud un
ordenamiento social donde el hombre viva con dignidad, sabiendo que vive en una
tierra que es suya y en una nación que es dueña de su destino.
Así, mediante una política
revolucionaria de inspiración verdaderamente peruana, profundamente
nacionalista y, por tanto, exenta de influencias foráneas de cualquier índole,
el gobierno del pueblo y de la Fuerza Armada pone hoy en movimiento un vigoroso
e irreversible proceso de transformación nacional, evitando el caótico
surgimiento de violencia social y dando autónoma solución a los seculares
problemas del Perú. Esta es la mejor garantía de una verdadera y justa paz
social en el futuro de nuestra Patria.
Compatriotas:
Este es, repito, un día
histórico cuya trascendencia se acrecentará con el paso de los años. Hoy el
Gobierno Revolucionario siente la emoción profunda de una misión y de un deber
cumplidos. Hoy, en el Día del Campesino, miramos a la ciudadanía con fe,
orgullo y esperanza; y le decimos al Perú entero que a su pueblo debemos la
inspiración de nuestros actos y que a él hoy le entregamos una ley forjadora de
grandeza y justicia en su destino.
Al hombre de la tierra
ahora le podemos decir en la voz inmortal y libertaria de Túpac Amaru:
“¡Campesino, el patrón ya
no comerá más de tu pobreza!”.
* Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS). "Velasco - La voz de la revolución - Discursos del Presidente de la República, General de División Juan Velasco Alvarado / 1968 - 1970 / Tomo 1". Lima: Editorial Ausonia Talleres Gráficos S.A. (19721).
** El discurso con motivo de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria se extrajo de las páginas 43 a la 55 de la obra citada en el anterior acápite.
* Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS). "Velasco - La voz de la revolución - Discursos del Presidente de la República, General de División Juan Velasco Alvarado / 1968 - 1970 / Tomo 1". Lima: Editorial Ausonia Talleres Gráficos S.A. (19721).
** El discurso con motivo de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria se extrajo de las páginas 43 a la 55 de la obra citada en el anterior acápite.
2 comments:
El discurso es bueno, pero los resultados prácticos no lo fueron tantos. Igual, pienso que es valioso conservar la memoria de este episodio. Buen post!
La Reforma Agraria era necesaria y se caía de madura!!! digan lo que digan!!!!
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