Estudios concluidos. ¿Listo para el despegue? |
“No todos despegan al mismo tiempo”:
frase ciertísima de mi mejor amiga (y hoy flamante y feliz mujer casada),
Camila, cuando me escuchaba con paciencia comentarle – a principios de año –
sobre las inmensas dudas que albergaba con respecto a mi futuro inmediato en el
plano profesional. Dudas, sin embargo, que no surgían de una desconfianza
súbita en mis capacidades personales o incluso de una repentina falta de
oportunidades; sino más bien de mi bendita manía de cuestionarme todo y de andarme
siempre comparando (sólo) con individuos que me aventajan en la subjetiva arena
de lo que yo considero que podría estar haciendo sin hacerlo en realidad.
¿De
dónde viene esta insana costumbre de andarme comparando? ¿De pensar que no me
estoy desarrollando de acuerdo a mis capacidades reales? Ciertamente no lo sé. Quizá
la imagen de mi padre y sus hermanos, que fueron siempre los primeros en todo,
y con cuyas hazañas académicas me crié, tenga que ver con el hecho de que ando
siempre intranquilo, pensando en que alguien está por encima mío cuando nadie
estaba por encima de mi padre (a mi edad). Puede ser que a veces los padres, empeñados
en la tarea titánica de criarnos de acuerdo a la mejor imagen que tienen de si
mismos, puedan terminar confundiendo a los hijos y les inyecten este no sé qué
que tengo yo por el que siempre me ando comparando y comparando. Pero no es una
culpa de mi padre: ¿Qué padre no criaría a su hijo empleando sólo lo mejor y
más puro de sí?
Yo
terminé mi maestría de historia (aunque aún debo sustentar mi tesis), con la
esperanza de poderme incorporar rápidamente a alguna universidad como
docente. En realidad empecé a estudiarla
con dicha finalidad: nunca ha sido mi objetivo el convertirme en el
investigador silente y reflexivo que explora el pasado para hacer
descubrimientos o comprobar hipótesis específicas. No. Mi objetivo desde un
inicio fue la enseñanza, el contacto, la influencia, la palabra viva. Y debo
confesar que estaba fracasando de manera espectacular en dicha misión: toqué la
puerta a varias universidades pero ninguna requería de un profesor de historia
joven como yo, que además no había estudiado historia como carrera de pregrado
sino en su maestría.
No
obstante, y después de haber tomado nota del consejo de mi mejor amiga, en
realidad empecé a considerar que no todos despegamos al mismo tiempo. Y que
nuestros motores, por más de que estén encendidos y funcionando a su máxima
potencia, no podrán elevarnos al vuelo si el destino no conspira también para
ayudarnos, para ascendernos, para izarnos en trayecto directo a nuestros
sueños.
De
tal modo, opté por relajarme, por hacer una pausa en mis lascivas comparaciones
individuales que nada bueno me brindaban. Pues ya lo dijo Julie Andrews en la “Novicia Rebelde”: “cuando Dios cierra una puerta, abre siempre una ventana”. Y si uno
fracasa en algo, probablemente sea exitoso en algo más. No todos despegamos al mismo tiempo.
De
tal manera, y en el momento realmente menos pensado, recibí un correo (junto a
23 otros profesores) de una universidad que requería de nuevos docentes para
incorporarlos al Área de Humanidades (dirección encargada de la enseñanza de
historia). La tarea no pintaba nada
fácil: previa entrevista personal, debía dictar una clase modelo ante un jurado
de 3 miembros (2 profesores y un psicólogo).
Sólo los profesores que obtuviesen la más alta calificación accederían a
la cátedra.
En
ese momento comprendí que quienes persiguen metódicamente (pero con mucha
pasión) sus objetivos tendrán siempre, cuando menos, una oportunidad
inaplazable para alcanzarlos. Y es en
esa oportunidad que los motores de nuestros aviones tienen que estar
concentrados al máximo y preparados sólo para despegar, para dirigirnos al
cielo con potencia cósmica: llegado el momento de partir, dependerá finalmente
de uno (aunque también de la pizca de suerte del destino o, en esta metáfora, del
“buen viento”) para que dejemos el
pavimento sin mirar atrás y con amplitud de alas desplegadas.
Al
poco tiempo, recibí otra muy buena noticia: el London School of Economics and
Political Science, la escuela a la que postulé dubitativamente en noviembre del
año pasado para hacer una segunda maestría, me hacía una oferta incondicional
de admisión y, lo que es más importante aún, me becaba con un monto
considerable para que pueda cursar estudios de especialización en sus aulas. Pero,
ante tal notición, mi alegría tenía que ser mesurada: era consciente que no
podía celebrar sin antes conocer el desenlace de mi postulación como docente a
la universidad, desenlace que francamente me impedía dormir y mantenía en vigorosa
expectativa. Entonces fue que recibí una de las noticias más lindas que he
recibido nunca y por la que vine luchando hace un par de años, si no es más: la
universidad me enviaba un correo de bienvenida y se me asignaba una carga mucho
mayor de secciones de la que yo en mi mejor sueño pude haber imaginado.
¿Habré
despegado? ¿Estaré ya camino al despegue? ¿Quizá volando a baja altura?
¿Ascendiendo? ¿Descendiendo? ¿Por debajo o por encima de los demás aviones? ¿En
la misma ruta que siguió el avión de mi padre y sus hermanos? No lo sé. Pero si
no todos despegan al mismo tiempo, pero despegan al fin y al cabo ¿qué importa
cuándo se despegue si al caer la noche uno terminará siempre en el aire? En la
medida que hagamos del trayecto un viaje soportable, con mucha paciencia y
autocontrol, y además alejando de nosotros los pensamientos negativos, las
frustraciones y las comparaciones que sólo acongojan, no importa cuándo se
despegue si no la forma y el modo como esto termine sucediendo. Pues es necesario – ante todo - creer:
terminará sucediendo.
Comparto
pues lo siguiente, queridos lectores de este íntimo y a veces aburrido espacio
virtual: por vez primera en mi vida espero con ansias debutar en un nuevo
trabajo. Cuento los días, las horas, los minutos. Me preparo de manera
incansable para ser un excelente profesor, para ser el mejor de los profesores,
el profesor que yo hubiera querido tener cuando estudié en la universidad.
Tengo un inmenso entusiasmo y unas ganas que no me caben en el pecho de
enorgullecer a mis padres, hermana y mi novia y demostrarles a todos que
todo esto valió la pena, que hay luz al final del túnel y que a mis 27 años,
después de tantos despegues frustrados y maniobras fallidas, finalmente me
encamino al trayecto de ser autosuficiente en el plano económico y, lo que es
mucho más importante aún, feliz en el plano espiritual. Y a mi manera. Veremos
si el viento me es propicio.
6 comments:
Felicitaciones!! Muy buen post e inspiradora historia. Ahora, fluye, porque tu buena energia te llevara mas lejos de lo que imaginas!
Rodri, que lindas palabras, me emocionaron mucho. Alas y buen viento para ti!.
Si no hay problema, me encantaría ser alumno libre de su càtedra, profesor. Arnulfo.
FELICITACIONES RODRIGO,QUE TENGAS MUCHOS EXITOS EN ESTE CAMINO QUE VAS A EMPRENDER.
FELICITACIONES RODRIGO,QUE TENGAS MUCHOS EXITOS EN ESTE CAMINO QUE VAS A EMPRENDER.
Felicitaciones por el despegue y por la inspiración que has logrado transmitir con tu historia. Muchos éxitos :)
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